La biografía de Domingo Loriga y Reguera refleja la intensidad con la que vivió este militar, nacido en O Grove en 1783. Cuando en 1808 comenzó la Guerra de la Independencia, era capitán de Infantería, por lo que se incorporó a las tropas que lucharon en Castilla y Galicia. El comportamiento ejemplar de Loriga en el campo de batalla hizo que sus superiores le ascendiesen a teniente coronel y que el Gobierno provisional, instalado en Cádiz, le destinase a la Dirección General de la Infantería. Loriga cayó preso de los franceses cuando conducía un convoy de armas, por lo que fue enviado al país vecino hasta el final de la guerra. A su vuelta continuó su carrera militar, pero en 1822, durante el llamado trienio liberal, fue jefe superior político de Galicia. Al restablecerse el absolutismo, el cargo que le confiaron los liberales provocó que Loriga fuese apartado de sus responsabilidades militares hasta el año 1826. Sus siguientes destinos fueron las fábricas de armas de Sargadelos y Oviedo, de donde pasó a la Academia de Infantería. En 1833 fue nombrado coronel y director de la Real Maestranza de Artillería de A Coruña. En esta misma ciudad ocupó los cargos políticos de subdelegado del Ministerio de Fomento y gobernador civil. La vinculación de Domingo Loriga con los coruñeses fue muy intensa, ya que consiguió ser elegido diputado en las Cortes en dos ocasiones para representar a esta provincia y en 1850 fue elegido presidente de la Academia de Bellas Artes. Loriga contó con una gran reputación entre sus contemporáneos gracias a su brillante trayectoria militar y a su amplia cultura, lo que le permitió frecuentar los ambientes intelectuales de la ciudad. En el año 1846 fue ascendido a mariscal de campo y años más tarde se le propuso para alcanzar el grado de teniente general, aunque no llegó a obtener este empleo porque el Gobierno de la época decidió no crear más de una plaza de esta categoría, en la que ya había un militar con esta graduación. El mariscal Loriga y Reguera falleció en 1855 en A Coruña, ciudad que le dedicó una calle para recordarle en el barrio de Monte Alto, en las proximidades de la antigua prisión provincial. J. M. Gutiérrez