[endif]Una de las peculiaridades de la zona histórica del casco urbano coruñés es la existencia de una serie de callejones que comunican las calles principales con las entradas de las viviendas. Estas vías, que carecen de salida, fueron denominadas tradicionalmente como venelas en la ciudad. El cronista Juan Naya explicaba que este término define en la lengua gallega a este tipo de callejas y a los terrenos situados entre dos fincas cultivables que no son labrados por sus propietarios. El caso de San Telmo es quizás el más singular entre las venelas coruñesas, ya que se ubica en pleno corazón de la Pescadería, a muy pocos metros del Obelisco, que para muchos es el punto más céntrico de la ciudad. El Ayuntamiento varió la denominación autóctona de venela por la de callejón, lo que sin duda hace perder parte de su encanto a este lugar. La desaparición de los viviendas antiguas y sus sustitución por edificios modernos restó también interés a la antigua vía, que pasa desapercibida para muchos coruñeses. San Telmo permitía la comunicación de los viejos inmuebles de este punto con la Rúa Nueva, que es considerada como una de las calles con mayor solera de A Coruña. En esta zona se asentó una importante colonia judía, por lo que su trazado debió realizarse con mucha anterioridad a la expulsión de los miembros de esta comunidad en 1492. No existen datos sobre la decisión municipal de dedicar la calle a San Telmo, aunque hay que recordar que este santo tuvo una especial relación con Galicia. Su verdadero nombre fue Pedro González de Frómista y fue conocido también como Pedro Telmo. Este fraile dominico, que vivió en el siglo XIII, recorrió las tierras gallegas y del norte de Portugal para evangelizar a sus habitantes. San Telmo pasó los últimos diez años de su vida en Galicia, donde se le atribuyeron actuaciones milagrosas en favor de los pescadores, que le tomaron como su protector. El santo falleció en la localidad de Tui y sus restos se conservan en un arca en la catedral. / J. M. Gutiérrez