Vivimos en un país en el que, al cruzar por un paso de peatones, los viandantes:

1. Lo hacen apresuradamente, incluso pidiendo perdón con la mano -como si reconociesen haber sido sorprendidos in fraganti hurtando al conductor de turno su derecho a pasar sin detenerse-.

2. Lo hacen demorándose a propósito, regodeándose con ínfulas triunfantes por haber sido capaces de someter a Goliat a sus pies durante unos segundos.

Este país no tiene remedio… y creo que nunca lo tendrá.