¿Alguna vez cualquiera de nosotros se ha parado a reflexionar acerca de lo que ocurriría si no existiesen los llamados voluntarios y las distintas organizaciones no gubernamentales, ONG, que existen en España?

Estoy convencido de que muchas personas en nuestro país lo han hecho, y por ello, ayudan con todos los medios que pueden, ya sean económicos, prestando su ayuda personal, o con distintas aportaciones materiales, ya sea ropa, comida o algún que otro mueble o utensilio domésticos, y por qué no, también participan de esta ayuda aquellas personas que pagan religiosamente los impuestos que la legislación española les fija en función de sus rentas por el trabajo personal o por los rendimientos de sus actividades mercantiles o financieras. Es cierto que muchas veces podemos pensar, ¿por qué voy a colaborar en esta o aquella actividad social, si para ello ya contribuyo abonando al Estado una buena parte de mis recursos económicos?

La verdad es que comprendo muy bien a aquellas personas que piensan de ese modo, porque no me cabe la menor duda de que con los impuestos que pagamos los españoles seguro que se podría invertir más en actividades y servicios sociales de lo que hasta este momento está realizando el Gobierno español.

Es cierto que los recursos, ya sean de los particulares o del Estado, son limitados, y hay que establecer prioridades para de esta manera invertirlos donde sea más necesario y fecundo para la sociedad en la que vivimos. Pero me da la impresión de que muchos pensamos que esas prioridades no se establecen conforme a lo que sería el aplicar el más simple sentido común. La prueba la tenemos en la gran cantidad de millones de euros que se han gastado en los últimos años en obras totalmente innecesarias o que, en el caso de serlo, no eran urgentes. Todos tenemos, seguro, ejemplos muy claros en nuestras provincias, pueblos y comunidades autónomas de que eso es así, y los responsables de semejantes actuaciones y despropósitos, ninguno de ellos, se encuentra en estos momentos sufriendo alguna de las enormes carencias que padece una buena parte de nuestra sociedad.

¿Quién daría de comer a esos miles y miles de personas que todos los días se acercan a los llamados bancos de alimentos en busca de aquellos productos de primera necesidad para poder dar así a sus seres más queridos lo necesario y más elemental para no pasar frío o hambre? ¿Les daría el gobierno municipal, provincial, autonómico o nacional los recursos necesarios para poder sobrevivir? Estoy plenamente convencido de que no haría semejante cosa, eso sí, los juzgaría, si llegase el caso, por apoderarse de una barra de pan o un chorizo, y se darían las oportunas órdenes para el ingreso en prisión de semejante personaje que ha atentado contra las leyes que han dictado y aprobado los mismos que no les dan de comer, o los desahucian de sus viviendas sin pensar en las almas humanas que allí habitan. Eso sí, los muebles de esa vivienda se guardan en unas determinadas dependencias para que no se deterioren.

Mientras los recursos, como dije, son escasos, sigue nuestro Gobierno manteniendo más de ocho mil ayuntamientos en España, no sé cuántas diputaciones inútiles e ineficaces, y las correspondientes cámaras de comercio, como si estuviéramos en el siglo diecinueve.

¿Somos conscientes de lo que colaboramos la inmensa mayoría de los españoles contra esa lacra social que es la pobreza, a la que nos llevaron los últimos gobiernos de este país, a través de donativos, impuestos y trabajo llevado a cabo por personas totalmente desinteresadas?

¿Existiría el comportamiento social que hay en España en estos momentos si no existieran esas maravillosas ONG y el personal voluntario que da vida y valor a su existencia?

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