Se nos bombardea constantemente con que el sistema público de pensiones está en riesgo, pero aquí lo único que al parecer no lo está es el puntual sistema de cobro de ese inmenso ejército de cargos públicos con que cuenta nuestro país.

El sistema público de pensiones (como otras muchas cosas) fue creado en el antiguo régimen y era perfectamente viable, y en mi opinión lo era porque en aquel entonces solo había que mantener un gobierno, un parlamento, unas delegaciones provinciales, unos gobiernos civiles y unas diputaciones y poco más. Hoy el número de cargos públicos puede alcanzar la cifra de 400.000 y no precisamente con salarios mileuristas. España no puede permitirse el lujo de mantener ese enorme batallón, como tampoco un sinfín de organismos e instituciones públicas. De ahí viene uno de los grandes problemas de financiación del sistema de pensiones. El otro es sin duda el altísimo nivel de paro y los contratos basura que se firman en este país, por horas, días o semanas, por tanto, nivel de cotización insuficiente.

A pesar de que todo el mundo es consciente de que esto es insostenible, la tan traída y llevada reforma de la administración pública me temo que nunca se llevará a efecto, porque la mayoría de la clase política lo único que ansía es el poder y sus intereses personales, por ello blindan en el Parlamento sus condiciones sociales y económicas del presente y del futuro. De ahí vienen precisamente las pensiones vitalicias sin riesgo de sus señorías.

El sistema público de pensiones es viable, lo que no lo es, es el mantenimiento de 350 diputados cuando la labor de la mayoría radica en apretar un botón para decidir una votación. Cuando se mantiene el Senado (cámara sin competencia alguna). Cuando se mantienen las diputaciones provinciales. Cuando se mantienen ayuntamientos con escasísimo censo. Cuando se mantienen 15 defensores del pueblo con sus vicedefensores. Cuando se mantienen las subdelegaciones del Gobierno. Cuando se mantienen 17 consejos económicos, 17 consejos consultivos, 17 consejos de cuentas. Cuando se construyen obras faraónicas y luego no se sabe qué hacer con ellas, duplicando en muchos casos el coste final de las mismas. Y si a todo esto le añadimos el nivel de corrupción de este país, nos hallamos ante la tormenta perfecta.

Este año volverán a meter la mano en la hucha de las pensiones y si alguien no lo remedia, en el plazo de dos o tres años no quedará en ella ni un solo euro. Miles de familias viven o malviven con la pensión de los abuelos, y si el sistema falla, las consecuencias pueden ser imprevisibles. Lejos no estamos y Grecia tampoco.

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