El pasado sábado mi padre de 91 años enfermó gravemente. Tenía 40 grados de fiebre. Lo llevamos a urgencias del Chuac. Eran las 20 horas del sábado.

Debido al hecho de que no había camas en planta, estuvo en Urgencias, primero, 10 horas en una camilla, y, finalmente, 12 en una cama en un cubículo de Urgencias con otras 14 personas. Cuando por fin pudimos visitarlo, nos informaron de que no habría cama para él en planta en las siguientes 24 horas y nos dieron la opción de dejarlo en Urgencias hasta el lunes, día en el que contaban en que hubiesen altas hospitalarias y por tanto camas en planta. Los sábados y domingos se dan muchas menos altas al haber muchos menos médicos de planta por lo que las Urgencias se saturan. Sacamos a nuestro padre de Urgencias y lo llevamos a nuestra casa para ser atendido por los servicios de Hospitalización a Domicilio. Murió hace unos días.

No nos quejamos de la atención que le dieron a mi padre ni del personal de Urgencias. Lo que sí parece cuando menos llamativo, es el hecho de que la administración hospitalaria entienda como normal que durante 4 meses al año (sábados y domingos de 52 semanas y todos los festivos) la gente se vea abocada a hacinarse en Urgencias ante la falta del suficiente personal que trabaje los fines de semana por lo que, insistimos, no se dan las altas hospitalarias con la regularidad de los días de semana y no hay camas en planta.

Esta situación afecta tanto a familiares de cualquiera de nosotros, como también a familiares de los propios médicos del hospital. ¿De verdad no se puede hacer nada ante esto? Es evidente que la mejora de esta situación incluiría un mayor desembolso económico y un cambio de estrategias en los horarios hospitalarios que quizás no sean del gusto de todos los profesionales. Pero las enfermedades no entienden de sábados y domingos. Si los propios responsables estratégicos del Sergas no son sensibles a un hecho tan evidente, ¿de qué sirve quejarse? ¿Por qué escribimos esta carta?

Porque está muy mal hecho. No hay derecho. No hay derecho. Y por no llorar.

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