Muchas opiniones se han vertido a lo largo de estos días sobre el nefasto atentado de París, irrefutablemente unánimes todas ellas en su contra, y muy similares en su contenido a la hora de acometer una más que previsible respuesta armada, a cómo se ha de devolver el golpe encajado.

Se ha tildado de quimera el encontrar una solución viable al conflicto ya que la otra parte, la ofensiva, parece vivir aún en las ataduras religiosas y fanáticas de otras épocas, queriendo imponer sus razones a los llamados infieles de su causa bajo las dagas de la fuerza, el terror y la masacre.

El lado occidental habla de estado de guerra, quizás del preámbulo de la tercera mundial, de unificación por parte de las naciones democráticas en un eje que dilapide el problema creciente, incluso del populismo de una hipotética instauración de la llamada a filas para la preparación militar de la población civil. Solo con leerlo uno tiembla ante el fracaso humano, y es que ha de tenerse mucho cuidado con la violencia, todos sabemos lo único que engendra.

Pero la situación es que queremos derrotar a un estado islámico que consideramos represivo a la libertad individual, atemporal y de estigma a la barbarie, ofreciendo como única solución el devolver el garrotazo sin poner la otra mejilla de la que tanto nos hemos vanagloriado, y armados hasta los dientes, lograr equipararnos a la latente amenaza y erradicarla por siempre cueste lo que cueste.

Desde nuestra sociedad somos muy conscientes que la imposición bajo el rifle de asalto y la bomba indiscriminada no ha de ser el camino a seguir, que jamás tendrán cabida en una civilización serena y pacífica, pero ¿es la ley del Talión la manera adecuada de hacer entrar a la otra parte en razón? ¿Será cierto que a estas alturas de la historia poco o nada hemos aprendido, abocados al bucle de la repetición de la caída en la misma piedra?

Prefiero pensar que la educación dentro del respeto a las otras culturas es todavía posible, del convencimiento en la reinserción sobre aquellos que equivocadamente acudieron a la llamada de la yihad, de no devolver jamás el golpe pegando un golpe mayor.

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