Comienzan a atisbarse por el horizonte unas nuevas Navidades, ya saben: comilonas y regalos, poco más. Y es que nada parece quedar ya de la solidaridad y los buenos propósitos que por otra parte casi nunca existieron, pero ese es otro tema.

El caso en cuestión es que este año los estimados votantes estamos de enhorabuena, y es que lejos de acoplar las elecciones generales como mandan los cánones allá por el último domingo de mayo, en un gesto más de gratitud y consideración se han trasladado a escasas horas de la celebradísima Nochebuena.

¿Tendrá algo que ver con que el pueblo en estas fechas se siente más condescendiente con el prójimo? ¿Sabrá entonces perdonar y no tener en cuenta las pequeñas torpezas de nuestros políticos?

Pelillos a la mar. No se queden en el detalle y aprovechen esta oportunidad que se nos brinda, que ese señor vestido de rojo recorriendo el cielo en un trineo esta Nochebuena es capaz de cualquier cosa. No duden en pedir por esa boquita todo lo que se les antoje, los candidatos al bastón de mando prometerán todo lo que ustedes quieran escuchar. Pleno empleo y vivienda digna para todos caerán fijos, faltaría más. Economía saneada, corrupción y nepotismo cero más que probables. ¿Quieren saber el número del Gordo de Navidad? Seguro que lo encuentran en algún programa electoral, será por pedir.

Pero no se olviden de la importancia y la responsabilidad de emitir su opinión a través de su voto, de castigar, premiar o dar la oportunidad a aquel que considere que realmente antepone el bienestar y los intereses de todos los españoles a cambio del suyo propio. Da igual si su favorito luce coleta, barba cana o percha de deportista, no se dejen nublar la visión por las burbujas del champán y las tabletas del turrón, traten de acertar con el candidato mejor preparado, por difícil y utópico que parezca.

Recuerden que cuatro años pueden ser enormemente largos y las Navidades, para quien le gusten, mal que bien se celebran cada final de diciembre.

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