Aunque pueda resultar extraño, parecen existir menos dificultades para certificar u homologar ante el organismo competente vehículos, remolques y máquinas que han sido objeto de modificaciones o adaptaciones técnicas, que para jugar al fútbol en un equipo de barrio cuando se es menor de edad, extranjero y huérfano. Así lo revela la noticia de un chico rumano de 13 años abandonado por sus padres a las puertas de un orfanato siendo un bebé y que, tras cinco años de residencia en España, llevar dos o tres temporadas jugando en un modesto club de Alcorcón y estar próxima la finalización del proceso de adopción por parte de la pareja con la que vive, ha visto frustrado el deseo de federarse (o sea, jugar partidos oficiales) al incumplir las condiciones exigidas por la Federación Internacional de Fútbol (FIFA). Entre otras cuestiones, ¿presentar un documento firmado por los padres biológicos, fotocopias de sus pasaportes y una partida de nacimiento inexistente? En definitiva, la imprevisión e inflexibilidad de la normativa respecto a las vías de auxilio y emergencia, han dejado al menor atrapado en un túnel de lágrimas y tristeza. ¿No se dice que rectificar es de sabios?

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