Camino a diario por O Parrote y la avenida de la Marina, ya saben, aquella donde un día hubo pequeñas embarcaciones dibujando la silueta orgullosa de A Coruña trabajadora y no los lujosos yates de ahora, y he de reconocer que muchas veces creo dejarme a mi paso el alma tirada por el suelo.

Las vidrieras estalladas a mala conciencia, farolas reventadas, muros garabateados con grafitis y demás desperfectos que parecen formar parte de la ornamentación decorativa debido a su falta de reparación, consiguen que por momentos me cuestione, ¿de verdad nos merecemos lo que la ciudad nos ofrece? Para maltratar sistemáticamente los espacios comunes, ¿no sería mejor volver a la desangelada explanada para buses que hubo durante años en esta zona? Al menos, dentro de su fealdad, los vándalos no encontrarían nada para destrozar.

Cabe decir que al enfilar la Marina la perspectiva cambia por completo, ya que lejos de encontrarse uno los estragos de O Parrote, la propia visión de la faraónica obra consigue que la sensación de falta de respeto al confort ciudadano avive de nuevo las reflexiones. ¿Será cierto que acabarán algún día? ¿Por qué sin haberla finalizado el pavimento ya precisa reparaciones? ¿Por qué un túnel que lleva solo unos meses abierto filtra agua? Seguro que nadie que contratase una obra para su casa permitiría que no tuviese fecha de finalización, y mucho menos que presentara grietas y goteras aun con los bártulos de los obreros esparcidos por allí.

Pero hete que aquí, en nuestra querida ciudad donde nadie es forastero, los foráneos y abandonados a su suerte parecemos nosotros mismos. Los que están dicen que fue culpa de los que estaban, y éstos argumentan que los que tienen que hacer no hacen. Todo esto recuerda al genial Groucho Marx y su parte contratante, pero a los que no nos hace ni pizca de gracia y pagamos el pato somos los sufridos coruñeses que, por los unos o por los otros, los desperfectos sin arreglar y la obra sin acabar.

Recuerdo que en campaña electoral absolutamente todos, conocidos y menos conocidos, requerían que el bienestar de la ciudadanía era innegociable, aquello de sentirnos orgullosos como coruñeses de nuestra ciudad, pero por desgracia parecemos abocados al muy distinto algún día lo solucionarán y al creo que leí que para el mes que viene la terminan.

Mientras tanto, sostenella y no enmendalla.

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