Lo conocí en una cena en el restaurante Orlinda de Bastiagueiro. Era el año 2004 y celebrábamos un evento épico derivado de un acto interno del partido. Tardé en volver a verlo y hablar con él. Era como un imán. Recuerdo como si fuese hoy aquella reunión en el Zenit, años después, en la que al ver que me iba, con gesto de querer tirar la toalla, me hizo el gesto de que me quedase; y lo hice, hasta hoy.

Han pasado ocho o nueve años, no lo recuerdo, pero nunca los olvidaré, porque han sido años de una intensidad memorable. Imposible olvidar, siempre lo cuenta él, hoy lo haré yo, aquella tarde en la que junto a otros dos compañeros del partido entramos en su despacho a "pedirle explicaciones" porque no entendíamos qué estaba haciendo. Eran sus inicios como candidato a la alcaldía en la primera campaña del 2007. Nos recibió con una sonrisa, charlamos un buen rato y nos fuimos, tranquilos y confiados. Seguíamos eso sí, sin saber lo que estaba haciendo, pero al menos yo, seguro de que haría lo mejor para su ciudad y su partido. Nunca más volví a preguntarle, aprendí a esperar porque sabía que siempre buscaba lo mejor para los coruñeses, para su ciudad, y su partido, aunque no fuese lo mejor para él. El tiempo acostumbraba a darle la razón.

Vinieron después horas y horas de charlas, tardes interminables, y los típicos paseos de "acompáñame de paso que voy a?". Y entendí que era grande como presidente, como político, como gestor, pero sobre todo que era, es, grande, muy grande, como persona, como amigo. Intenso en todo lo que afronta, no hay límites, ni horas, ni desfallecimientos. Agota, pero no puedes quedarte atrás, porque contagia ilusión y optimismo, porque la pasión que pone en todo lo que hace te inunda y arrastra. Por eso asumí la responsabilidad que tuve en el partido con el convencimiento de su liderazgo, sin una duda al respecto de cuál era mi papel, y así lo ejercí. Nunca se inmiscuyó en los asuntos de la junta local. Estaba al tanto de todo por mí, y solo un par de veces escuché de él un "¿Estás seguro? ¿Y si le das una vuelta?". Por eso sé también que ahora que anuncia que se va, lo hace de verdad.

Sé del cariño a su madre y a su hermana, de la pasión por su hija, y del amor por su compañera. Sé lo que ha pagado y a lo que ha renunciado por servir a los coruñeses, por su entrega y responsabilidad en cumplir sus compromisos. Nunca se lo compensaremos.

Sé que soy un privilegiado ya que conocerlo me permite decir todo esto. Lo siento por los que no habéis tenido, o habéis desperdiciado, la oportunidad de conocerlo, de saber cómo y quién es de verdad Carlos Negreira. Soy un privilegiado porque a partir de ahora yo tendré la inmensa suerte de poder compartir con mi amigo caminatas, jornadas de pesca, y lo que él quiera. Me alegro por él, por su familia y por sus amigos. Y lo siento, como lo sentiríais si hubieseis sido capaces de apreciarlo, por quienes habiendo tenido la posibilidad de retenerlo, lo habéis dejado marchar.

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