Por la noticia leída en la prensa en días pasados, uno llega a la conclusión de que ya no se fabrican televisores como los de hace años, y que los servicios técnicos actúan como un equipo de forenses ante las reclamaciones realizadas dentro del periodo de garantía. Un matrimonio inglés pone en conocimiento del fabricante la avería surgida en el televisor, y la marca declina hacerse cargo de la reparación porque el diagnóstico de los técnicos determina que la causa radica en la exposición a la nicotina desprendida por los cigarrillos fumados por la pareja en el espacio donde está ubicado el aparato. O sea, habrá que poner mucho cuidado al freír o asar chorizos y carnes rojas en la cocina, porque los circuitos de los receptores instalados en ésta podrían llegar a acumular altos niveles de colesterol, con las consecuencias que ello podría acarrear. Qué fortaleza la de aquellos televisores que, sometidos al humo del tabaco durante largas jornadas y a lo largo de todo el año, funcionaban sin toser en los altillos de bares, pub o restaurantes. Sustancias contaminantes externas o factores y respuestas internas, e ahí la cuestión.

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