Desde temprana edad se nos intenta educar en el espacio resultante de la prolongación de la imaginaria picaresca literaria sumada a la realidad más cotidiana, ese lugar forjado en este país durante siglos, y es que la pillería la llevamos tan arraigada en el ADN que la acatamos como algo tan tradicional como la siesta, la sangría y demás inventos hispanos tan relevantemente cuestionables para los anales históricos de la humanidad. Somos pícaros por naturaleza, todos nosotros, ya que cabe explicar que si la intención de mis palabras se sitúa en las Antípodas de la ofensa, el que es que esté libre de culpa ya sabe qué hacer con la piedra que esconde en la mano.

Verán. En época escolar el más popular de la clase no es el empollón que estudia durante días para el examen, que va, el que se lleva el reconocimiento de sus compañeros es el portador de la chuleta más ingeniosa y por concatenación su buen uso sin ser descubierto por el profesor. ¿Y qué decir a la hora de la práctica deportiva? Pues eso, el que marcó el gol con la mano sin ser visto por el árbitro se llevará toda la suerte de halagos y parabienes, ¿o acaso sería igual si se acercara al colegiado a reconocerle su inflación y rogarle que anulase el tanto? Creo que con lo que le llamaría el público desde la banda se responde por si mismo. Y con el paso de los años el más listo de la oficina es el que se escaquea para irse a tomar café sin que su jefe se entere, el que arregla el coche en el taller de un amigo del cuñado ya que no le hace factura, y por supuesto, el que consigue quedarse con el wifi del negocio de al lado por la cara se convierte en el próximo presidente de su comunidad de vecinos.

Mención especial para las descargas ilegales de libros y música y así no me gasto un euro, cobrar en dinero negro, simulación de accidentes laborales y demás gestos sonrojantes que ya no parecen avergonzar a nadie.

Y entonces, ¿qué esperamos de aquellos que nos llaman a votarles? ¿Que es sincera su intención de sacrificar su libertad individual en pos del bien colectivo? ¿Que de todo su esfuerzo no aguardan mayor recompensa que nuestro bienestar? Mucho me temo que la utopía vuelve a contestarse por sí misma.

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