Su nombre era Mahmoud Issa, un niño palestino de 12 años que vivía en el campo de refugiados de Handarat, al norte de Alepo. Hace unas semanas fue secuestrado por un grupo de hombres del grupo Nour-al-Din al-Zinki, uno de los muchos grupos que componen el ejército libre sirio (FSA) y que luchan contra el gobierno de Al-Assad. Tras secuestrarlo, estos "rebeldes moderados" (así es como los califican los EEUU) grabaron un vídeo donde acusan al niño de ser un espía de la brigada del ejército árabe sirio Liwa Al-Quds, formada por palestinos. Tras torturarlo psicológicamente uno de estos hombres lo decapita con un cuchillo. El vídeo ha llegado a las redes sociales y lo ha podido ver todo el mundo. Sin embargo, este terrible acto no ha tenido repercusión alguna en los medios españoles. Quizás porque estos "rebeldes moderados" luchan contra Al-Assad y son apoyados por Occidente. El secretario de Estado norteamericano se ha apresurado a decir que de ser cierto, no prestarían más asistencia a este grupo. A la luz de este acto terrible no cabe justificación para el apoyo a la oposición siria aún con la etiqueta de "moderados". Si estos fanáticos extremistas se hacen con el poder, Siria entraría en un abismo aun peor de donde está ahora, desapareciendo la Siria secular y su futuro comenzaría por una enorme fosa común.

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