Han pasado 40 años desde la ejemplar Transición, apuntalada por el referéndum de 1978; el 88,54% habían dicho Sí a la Constitución; reconociéndose la gran labor política que mostraron los líderes de aquel entonces con un país plural, que quería inundarse de democracia y abrirse al mundo.

En Cataluña con el 90,46%; en Galicia, con el 89,04%; en Euskadi, con el 69,11%; todos reconocimos el sentido de estado de aquellos políticos, conscientes de su responsabilidad presente y futura.

Llegado 2016, vivimos un momento político muy diversificado, nunca hasta ahora se había puesto tan a prueba la "talla y vocación de servicio" de nuestros políticos.

Desde hace meses asistimos a un espectáculo de personalismos políticos que nos indica que muchos menosprecian el concepto que tenemos sobre la democracia.

Se ha intentado una alianza por la izquierda, entre partidos que tienen más diferencias que similitudes y sin contar con el partido mayoritario; no se habló de propuestas ni responsabilidades y sí de reparto de poder, con formas e intenciones sospechosas, egos, faroles, miedos internos, discursos poco conciliadores y sin concretar las soluciones que cabe esperar de "grandes acuerdos".

Y se llega al fracasado intento de investidura por la izquierda, espina que sigue clavada en orgullos mal entendidos, se vuelve al punto de partida y una 2ª vuelta añade 14 diputados a la opción mayoritaria, eludiéndose también el temido sorpasso del ala comunista.

El partido con mayoría reforzada, pero no suficiente, se dispone nuevamente a modular, acordar políticas con otros partidos "constitucionalistas" y a compartir responsabilidades.

En los partidos constitucionalistas existen más cosas que unen, que cosas que separan, no deben persistir egos, espinas, miedos al qué dirán entre bastidores.

No es admisible que antes de negociar siquiera, exijan el espectáculo de investiduras sin diplomacia previa, para intentar justificarse ante sus divididos partidos.

Los votantes exigimos que se cumpla la orden de las urnas, que se pongan de acuerdo, que dialoguen, acuerden, propongan; los electros deben anteponer sus responsabilidades a afanes de poder; no tienen que redactar una Constitución, solo deben acordar líneas y objetivos para unos pocos años.

Los que no estén a la altura deben dar un paso atrás hasta recomponerse y no exigir que el Congreso les restituya una credibilidad que han perdido en su partido.

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