Hará aproximadamente dieciséis o diecisiete años que instalamos focos de luz empotrados y distribuidos a lo largo del doble techo del pasillo de la vivienda, utilizando las lámparas halógenas más vendidas en aquel momento, es decir, de un consumo energético superior a las comercializadas en la actualidad. Desde entonces, la verdad es que no ha sido necesario sustituir ninguna de las ocho bombillas, pues hasta el día de hoy continúan funcionando con normalidad. Sin embargo, en estos últimos años ya hemos tenido que cambiar en otros puntos de luz de la casa varias lámparas de las que, según la publicidad impresa en sus cajas o envases, duran miles de horas y aguantan miles de ciclos de apagados y encendidos sin llegar a estropearse. Vale anunciar que son de bajo consumo, aunque por la experiencia personal, lo de larga duración queda en entredicho. Y no es por nada, pero la diferencia de precio entre las antiguas bombillas de filamento y las actuales es notable.