Con la llegada de las fiestas navideñas todos nos apresuramos para comprar comida y regalos. Y es que aunque esas fiestas sean festejos cristianos, religión que siempre ha luchado a favor de una vida humilde alejada de la riqueza y los lujos, es en esta época del año cuando tendemos a comprar alimentos y regalos caros. Este es el embrujo de la Navidad, muchas veces a través de la publicidad o incluso de la presión social compramos cosas que realmente no necesitamos, cayendo así en el consumismo. El principal afectado por esta clase de comportamientos es el medio ambiente, si el resto del mundo viviese como vive el español medio, al cabo de un año necesitaríamos los recursos de tres planetas como el nuestro para compensarlo. Pero los daños del consumismo no son solo medioambientales, este también puede afectar a la economía familiar negativamente, y sobre todo a la mente humana, haciendo que la felicidad del consumista dependa de los objetos que compre y de cuán caros son, pudiendo desarrollar así, infelicidad, adicción o depresión. Y es por estas razones y en estas fiestas, cuando debemos recordar que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita.

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