Dicen los expertos que desde la fecha elegida para la iniciación hasta el comienzo de la tercera semana es justo el tiempo necesario a recorrer para que una rutina se convierta en un hábito, llegando a los veintiún días en los que, de manera triunfal, ya resulta casi inevitable no cumplir con la tarea encomendada por uno mismo.

Ahora que rozamos la entrada de la tercera semana de este recién estrenado año, puede que los buenos propósitos ya no nos parezcan tan apetecibles, vamos, que el inglés ya no resulte tan imprescindible para viajar, ir al gimnasio a sudar la gota gorda empiece a ser tedioso o el mechero y el paquete de tabaco, desgraciadamente, vuelva a rondar al alcance de la mano.

Entonces, ¿Cómo enfocar el panorama que se presenta? ¿Medio lleno o medio vacío?

La cuestión radica en no caer en el desánimo, sea cual sea la mejora a importar al quehacer cotidiano, quizás restándole importancia a las banalidades que se han instaurado como parásitos disminuyendo paulatinamente nuestro potencial, para en contrapartida, aumentar exponencialmente todas aquellas cualidades que aunque parezcan plasmarse de manera equivocadamente efímera, aparecen pintando de felicidad cada rincón de nuestro caminar.

¿Cabe pues la gente tóxica? ¿Los que llevan implícita la pena concatenada a su nombre? Mucho me temo que no. Ni un minuto más dedicado a su retorcido y manido lema del para qué, del cómo puede importarte eso y no lo que está ocurriendo. Pues mire, claro que me importa y mucho, pero bastante nos llega con atiborrarnos en cada información de corrupción política, desigualdad social, pérdida de derechos adquiridos y otros tantos problemas utópicos de solución como para recordarlos a cada instante, como si tratase de una lavadora que los gira y los machaca más sin solución, en eterna y monótona tautología, desterrando la ilusión por el importantísimo y a la vez simple hecho de seguir vivos.

Cuando el destino te invita macabramente a atravesar el fuego, ya nunca el prisma con el que se observa todo aquello que acontece vuelve a ser el mismo.

Respiren con fuerza, siéntanse llenos de vida y disfruten de las pequeñas cosas que les reconfortan, dibujando sobre el lienzo del año nuevo, blanco e impoluto, todos sus deseos a realizar en bellos colores, sin olvidarse de plasmar su desacuerdo, pero anteponiendo como diría el gran Borges no cometer el peor de los pecados: no ser feliz, y ni tan siquiera haberlo intentado.