En el tráfico, a cada zarpazo que se lleva por delante la vida de personas -en muchos casos jóvenes- vemos cómo se repiten las mismas ceremonias de duelo, con las que las autoridades quieren mitigar (algo imposible) el desgarrador dolor de las familias y amistades de las víctimas, decretando minutos de silencio y días de luto, a los que nos sumamos todas las personas de bien, pero que, realmente, esas ceremonias no forman parte del entramando de la seguridad vial. Sin embargo, conmovidos por la reciente tragedia, sí podría ser el punto de inflexión para que los alcaldes y demás autoridades tomen conciencia de lo importante que es la seguridad vial. Si así es, les recuerdo que ésta se sustenta sobre cinco pilares: enseñanza, educación, ingeniería, vigilancia o control y sanción. Y que mientras la enseñanza se adquiere con más práctica; la ingeniería, la vigilancia y la sanción, más o menos se cumple, lo que en mi opinión más falla es la educación. Si quieren pónganle el adjetivo de vial. Y ésta no puede consistir en una pequeña charla en un colegio y ya está, sino que debe llegar a todos los niveles de la enseñanza, desde Preescolar a la Universidad, sin olvidarse de algunos gremios y de asociaciones. Para ello es preciso que los expertos diseñen programas adecuados a cada edad y circunstancia. Y recuerden que invertir en seguridad vial siempre es rentable: se ahorran vidas y estancias hospitalarias (lo más importante) y muchos duelos y lamentos.

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