En las informaciones periodísticas más grave resulta quizá la utilización partidista de cuestiones que deberían ser de Estado: tal vez por eso, resulta casi imposible -en algún caso también por cuestión de competencias- elaborar políticas comunitarias o estatales que duren en el tiempo sobre educación, inmigración o administración de justicia.

Alguna vez he comentado mi perplejidad por el uso de tantas expresiones teológicas en Repúblicas que hacen gala de laicidad: desde el estado de gracia de los recién incorporados -no parece el caso de Donald Trump, que llega a la Casa Blanca en medio de inusitadas protestas-, a la grand-messe (la misa mayor) que designa las reuniones políticas más importantes. En cierto modo, la partitocracia confiere cierta sacralidad altiva a cada formación y a sus líderes, más paradójica aún en tiempos en que la jerarquía católica está cada vez más cercana a su grey.

Pero una dolencia no suele curarse con otra?, como aquellas sangrías aplicadas por cirujanos o barberos como primera y casi única atención médica. La falta de capacidad de análisis de los problemas y de soluciones coherentes, no justifica esa otra ola que atraviesa tantos países occidentales: los populismos -de izquierda o derecha-, que pretenden la sintonía directa del pueblo con gobernantes carismáticos, sin la mediación de las viejas instituciones representativas de la soberanía popular.

En tiempos de los que ha dado en llamarse posverdad, el lenguaje político prima su faceta retórica de persuasión. Y, en cierto sentido, todos los partidos son populistas, en la medida en que recaban la aceptación de un pueblo al que resolverán sus inquietudes y problemas. No extrañan entonces cambios de perspectivas en la línea de la hoy superada "tercera vía" de Tony Blair: la izquierda se apodera de enfoques clásicos de otras orientaciones, porque defender a la familia no es ya de derechas, como tampoco lo es aumentar la seguridad de los ciudadanos... Más paradójico resulta ver a un socialista como François Hollande intentando reducir los costos de la mano de obra, por mor de la lucha contra el desempleo. La gran continuidad es quizá el diseño de un enemigo, como razón de ser de la refundación ideológica.

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