No deja de ser un contrasentido hablar de jubilación -o sea, de júbilo- unido a la tristeza. Para la mayoría de las personas el momento de retirarse de la vida activa supone una tranquilidad, la idea de cobrar el dinero que se ha ganado honradamente después de muchos años de trabajo, duro o menos, intenso o menos, pero trabajo, con horario fijo, con preocupaciones y cansancios. Es una satisfacción. Es mi caso, aunque reconozco que no lo es para todos, pues a algunos les gustaría que les dejaran más tiempo. Porque se lo pasa bien con su trabajo y pueden intuir aburrimiento.

Sería una pena que para esa gran mayoría que suspiran porque llegue el momento, que no ven el día en que les toque, que miran el calendario, los días, las semanas, resulte que a las pocas semanas de producirse el acontecimiento jubiloso se encuentran vacíos, tristes, aburridos, y el júbilo se les quede en tristeza.

La jubilación hay que prepararla, no basta con esperarla, que luego se queda uno con un pasmo de narices. Se pueden hacer cosas bonitas, y lo que más llena es lo que cuesta un poco, pero se hace por generosidad, por caridad, por servir. Es bueno hacer planes, no dejarse llevar por una espera pasiva, para que al dejar el trabajo profesional de toda la vida se encuentre uno con la alegría, con el júbilo, de seguir haciendo cosas de provecho.

La mayoría de los profesores de Educación Secundaria se sienten poco valorados también por la sociedad, como lo confirma un estudio de la OCDE publicado en 2014. Me refiero al Estudio Internacional sobre Enseñanza y Aprendizaje, conocido como TALIS (Teaching and Learning International Survey), basado en encuestas realizadas a 3.339 profesores de enseñanza secundaria de todo el mundo. Una de sus conclusiones es que solo un 31 por ciento de esos docentes se siente valorado por la sociedad. El porcentaje de los españoles es inferior al general: solo el 8 por cierto siente que tiene reconocimiento social.

En épocas anteriores, cuando un hijo se quejaba de un profesor, sus padres se ponían siempre de parte del profesor. Últimamente se ponen siempre del lado del hijo, actuando como sus abogados defensores frente al supuesto autoritarismo del docente. Los padres de antes reconocían, valoraban y agradecían el saber y el sacrificio del profesor, lo que contribuía mucho a que este último reforzara su autoridad y su identidad como profesional de la educación. En cambio, muchos padres de ahora (no todos) están minando esa autoridad, con el consiguiente perjuicio para sus propios hijos.

La actual indisciplina y falta de respeto de los alumnos hacia los profesores de enseñanza secundaria, que llega en muchas ocasiones al maltrato, suele ser un reflejo de las críticas de sus padres escuchadas en casa. Esos padres suelen ser los mismos que exigen a los profesores que les sustituyan totalmente en su responsabilidad educadora, reservándose, además, el "derecho" de culparles de todos los malos comportamientos de los hijos. ¿Qué sentido tiene delegar toda la educación en profesores no fiables?

LA OPINIÓN publica opiniones de sus lectores, así como réplicas y sugerencias de interés general que sean respetuosas hacia las personas e instituciones. Las cartas pueden ser enviadas a LA OPINIÓN por vía postal (C/ Franja 40-42 15001 A Coruña), por fax (981 217 401) o por correo electrónico/cartasaldirector@laopinioncoruna.com). Deben tener como máximo 20 líneas e incluir nombre, apellidos, DNI, domicilio y teléfono de contacto. LA OPINIÓN se reserva el derecho a extractarlas.

Cláusula Legal: LA OPINIÓN A Coruña S. L. (C/ Franja, 40-42, 15001, A Coruña), le informa que sus datos de carácter personal facilitados en este formulario de cartas al director, serán incorporados a nuestros ficheros y tratados automatizadamente. De acuerdo a la L.O.P.D. 15/1999 (Ley Orgánica de Protección de Datos), vd. podrá ejercer su derecho de acceso, rectificación, cancelación y oposición conforme a dicha ley. El titular de los datos se compromete a comunicar por escrito a la compañía cualquier modificación que se produzca en los datos aportados.