Resulta innegable que ante la pregunta sobre lo que usted mejoraría o desearía cambiar en la ciudad en la que vive, cada persona ofrecerá una respuesta distinta a la de cualquier otro ciudadano. Desde un carril bici más extenso a mayor número de zonas verdes, pasando por espacios en donde disfrutar con nuestras mascotas. Cada cual encontrará la fórmula con la que expresar su parecer, a favor o en contra de la gestión municipal.

Muchas opiniones se han vertido sobre la conveniencia o no de la sustitución de algunos nombres de las calles, de su relativa importancia ante otros menesteres más acuciantes, amén de los inconvenientes surgidos para no pocos negocios y vecinos, que ven incluso su número de domicilio de toda la vida reemplazado por uno nuevo.

Pero ¿es aceptable vivir en una ciudad que llama a sus calles con nombres de personajes históricos de dudosa reputación? En línea continuista a la objeción por el cambio, ¿llamaríamos a la avenida principal de una nueva urbanización Adolf Hitler? ¿Travesía Lenin?

Aboguemos por la concordia y el progreso, dejando atrás aquellos pasajes de nuestro pasado más sonrojante, que no son precisamente dignos de recordar.

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