Coincidían las noticias del comienzo de la venta de cannabis en las farmacias de Uruguay con el informe de la Organización Mundial de la Salud sobre el tabaquismo. Invita a pensar en algunas contradicciones del pensamiento dominante en el mundo occidental, derivadas de una aplicación quizá arbitraria de principios morales en evidente evolución (cuando no destrucción).

No es fácil comprender el permisivismo respecto del consumo de drogas, mientras se intenta penalizar aún más el del tabaco. El primer día de venta de cannabis en farmacias de Uruguay se agotaron las existencias: indicio evidente de que la legalización, ante todo, favorece el aumento del consumo. Al contrario, la OMS querría que los Estados aumentasen los impuestos que gravan ya el tabaco, para intentar reducir la difusión. Justamente lo contrario de la nueva regalía uruguaya.

En el informe publicado el pasado día 19 de julio, la OMS se felicita de que las políticas contra el tabaco hayan aumentado considerablemente en la última década. El elogio a los Estados va acompañado lógicamente de la crítica a las empresas tabaqueras: promueven un consumo que causaría siete millones de muertes al año en el planeta, cifra probablemente exagerada por razones dialécticas.

Las medidas disuasorias, aparte del incremento del precio, siguen siendo las advertencias en las cajetillas, que llegan incluso a esconder el nombre de los fabricantes, la prohibición de la publicidad o el establecimiento de zonas de no fumadores cada vez más amplias y exigentes. La OMS estima en casi cinco mil millones de personas el número de quienes se benefician de al menos alguna norma de control, cuatro veces más que hace diez años.