Ya sé que esta no es manera de arreglar el mundo, pero tal vez sí de desintoxicarse un poco del hartazgo catalán. Me refiero, claro está, a dar respuesta al interrogante del título. Porque de un tiempo a esta parte proliferan por doquier las miniglorietas, y mucha gente se pregunta a qué se debe su éxito. ¿Cómo es posible que, en un angosto cruce, el tráfico no se bloquee solo por el hecho de colocar una isleta central (generalmente remontable), sin que se hayan aumentado los carriles de circulación? Y la respuesta -no por todos conocida- está en el hecho de que las glorietas invierten la preferencia de paso de la derecha a la izquierda.

¿Podría marchar igual de bien el mismo cruce cambiando la norma de preferencia, es decir, sin la isleta central pero manteniendo la misma señalización? Definitivamente, sí. Pero hay un problema: suele desconocerse que cuando en un cruce todas las calles estén señalizadas con ceda el paso, cada conductor debe ceder el paso al de su izquierda, mientras que con la isleta central todo el mundo lo asume con naturalidad y, curiosamente, ceder el paso al de la izquierda es tanto como hacerlo al que está dentro de la glorieta. Además, la isleta central permite los cambios de sentido.

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