Como si de una conjunción planetaria -como la de Júpiter y Venus del pasado lunes- se tratara, este año coinciden en la misma fecha el día de la Tolerancia, proclamado por la ONU cada 16 de noviembre, y el de la Filosofía, propuesto por la Unesco desde 2005 para cada tercer jueves del mismo mes. Sin haberlo programado, se unen así dos celebraciones que se complementan perfectamente: la tolerancia es caldo de cultivo de la filosofía, sabiduría racional que precisa de libertad para expresarse; en tanto que a su vez, el saber filosófico, que utiliza como medios la reflexión y el diálogo, fomenta una actitud abierta y tolerante frente a las diversas opiniones e ideologías. Las épocas y sociedades más libres fueron aquellas en las que el pensamiento floreció: la antigua Grecia, el Renacimiento, la Ilustración, las democracias actuales. Y fueron filósofos como Locke los que acuñaron el moderno concepto de la tolerancia para superar las divisiones y enfrentamientos civiles y religiosos de su tiempo.

Esta feliz coincidencia debe estimularnos a celebrar esta fecha por partida doble, y a resaltar la necesidad que tenemos de ambos temas de conmemoración: la tolerancia sigue siendo un antídoto del totalitarismo y un valor a defender en un mundo asediado por fanatismos fundamentalistas, nacionalistas y populistas; la filosofía, es columna vertebral de una cultura compleja, diversa y plural, que indaga a través de la razón los orígenes y los fines de todas las cosas. Una y otra son tan elevadas como frágiles, y por ello precisan de nuestra atención y cuidado. Ambas deben ser enseñadas y aprendidas en las escuelas y universidades con el mismo celo que la formación científica y técnica. Las dos pertenecen al campo de las humanidades que, como su nombre indica, son las actividades más propias del ser humano. Aprovechemos esta fecha singular para reivindicarlas conjuntamente.