"El nacionalismo es la guerra", ha dicho el ex primer ministro francés Manuel Valls, parafraseando a François Miterrand. Los franceses lo saben muy bien, como lo saben los alemanes. Europa ha sufrido demasiadas guerras y demasiadas muertes a causa de nacionalismos expansivos y excluyentes. Hoy todo es más sutil, se vive en la bolsa, en las redes sociales y en los platós de televisión, pero no hay que descartar el potencial explosivo del nacionalismo cara al futuro.

Valls está tan convencido de la gravedad que representa el secesionismo catalán, que se ha implicado seriamente en el debate hasta el punto de participar en la campaña para el 21-D. Y tiene razón, se trata de un asunto de gran calado europeo, y desgraciadamente, ni las instituciones de la Unión han sido suficientemente rápidas en dejar claro que la secesión no cabe en Europa, ni en España se ha esgrimido con suficiente convicción el argumento europeísta.

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