La modernidad y las nuevas tecnologías han llegado al fútbol. Ya ha pasado la época de las porterías al hombro, de los balones de cordones y lengüeta, de los masajistas del agua milagrosa y de los árbitros con chaqueta. Ha llegado el VAR o sea el videoarbitraje.

No deja de ser un milagro de lo más sorprendente que el fútbol español haya llegado a ser el deporte nacional más importante, que mueva cifras estratosféricas, que tenga pendiente de sus resultados a verdaderas multitudes, que sea portada de medios de comunicación y consuma horas y horas de radio y televisión y todo eso, sin el VAR.

Ahora, con el VAR, cuando un árbitro meta la pata, habrá unos señores que -moviola en ristre, y a los que el cuarto árbitro habrá llevado unos cafés- intentarán que el árbitro saque la pata del gol fantasma, de la tarjeta injusta, del penalti inexistente y -¡oh maravilla!- si se ha equivocado de futbolista sancionado.

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