Impenitente en su empeño de llegar tarde a todas sus citas con la realidad, nuestro presidente Alberto publica en los medios su penúltima ocurrencia, agárrense: un plan para que vuelvan 22.000 gallegos de los cientos de miles que sufre la amarga diáspora.

A buenas horas mangas verdes. Usted encalle el barco, que luego es solo ponerle trapos en las vías de agua. Imagino la reacción de cualquiera de nuestros compatriotas sirviendo cafés en un bar de Berlín o desplumando pollos en Ámsterdam al leer la noticia. Pobres pollos. Yo también me sentiría frustrado. ¿Qué tal si en vez de poner pasta, ahora que la vajilla está rota, se hubiera pensado antes dónde nos llevaban sus políticas de recorte del gasto público, las enormes compras por concurso a multinacionales negándole el agua a las pequeñas y medianas empresas gallegas, la congelación de oposiciones incluso las orientadas a cubrir jubilaciones, el encarecimiento de las autopistas que asfixian y aíslan unas comarcas de otras y a Galicia del mundo, la privatización de servicios por doquier? ¡Métase la propina donde le quepa y deje de tomarnos por idiotas! Más que anhelar que nadie vuelva, desean que nadie tenga que marcharse. Y el Gobierno feliz de los recortables de la Señorita Pepis es uno de los responsables directos de su amarga expatriación.

¿No entiende nuestro presidente que estas cuestiones derivadas de las condiciones generales de la sociedad gallega y su economía no se resuelven con sus dichosos "paquetes de medidas" construidos y publicitados para consumo de masas? Necesita Galicia de un buen gobierno planificador que se adelante a los acontecimientos y evite o palie sus consecuencias sociales. Esto me recuerda los maravillosos planes contra incendios publicitados un día y otro, cuando varios millones de árboles yacían carbonizados en el suelo aún humeantes. Y otra pregunta, ¿quién y con qué se paga toda esa publicidad desinteresada y gratuita tan puntual y fiel vocera de las chapuzas y tan austera con las catástrofes?

En resumen: se acercan las elecciones municipales y entramos en campaña, pero no, presidente, no, ya pasó el momento de vendernos la moto. No más disparates. No más ocurrencias. No más planes de coleguitas en mesa camilla un domingo por la tarde. Plantee soluciones reales a los problemas reales antes de que suframos las consecuencias. Eso es gobernar. Se lo repito, no hacer nada no es marchar, es caer, es meter la nave en los arrecifes. Cansados estamos de que ponga parches -y patas de palo- a las consecuencias de su pasividad, porque esas consecuencias las pagamos nosotros. Y los pollos.

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