Una vez más España lidera el ranking mundial de playas con bandera azul. Galicia, la segunda comunidad con más de cien. No parece hacer falta irse al Caribe para encontrar agua cristalina y arena blanca.

Pero hay otro lado en el divertimento del turismo y el buen dinerito que deja en nuestras arcas. Ese que muchas veces pasa desapercibido, aunque sea fundamental. Aquellos que también cogen colorcillo al sol, pero moreno currante, a base de reflejarse en la bandeja con la que trabajan.

Los que echan horas y horas tantas veces mal pagadas, sabiendo cuándo empieza la jornada pero casi nunca cuándo acaba, en unas terrazas tan repletas que en su culmen, recuerdan al camarote de los hermanos Marx. Para ganarse unos eurillos con los que afrontar en invierno los créditos de la carrera, o para llevar un plato de comida, pero a la hambrienta prole que espera en el comedor de casa. Alguien tiene que hacerlo, para que otros disfruten de sus vacaciones.

Ojalá todos respetemos a esa siempre mal valorada pero tan necesaria hostelería, cuando este verano se demoren en atendernos, o el camarero que ya no da más de sí, empuñe la bandera blanca.