Por todos es conocida la importancia de la ingesta de pescado para la salud del ser humano, pero pocos podrían imaginar que los ácidos grasos de los peces también sirvieran para combatir el cambio climático.

Eso es lo que sostiene un equipo de investigadores del University College de Dublín, que ha estudiado el efecto que ejerce el aceite de pescado en las bacterias productoras de metano presentes en el intestino de los rumiantes.

Cada año, las bacterias que viven en el aparato digestivo de vacas, cabras y ovejas producen unas 900.000 millones de toneladas de metano (CH4), un gas contaminante más potente que el CO2 y con gran capacidad para absorber el calor del sol y aumentar así la temperatura del planeta.

La función de esas bacterias es ayudar al animal a descomponer los alimentos (el forraje o la paja tienen un alto contenido en fibra y son de difícil digestión), en un proceso en el que se produce metano como resultado de diversas reacciones químicas.

Si bien la cantidad de metano derivada de la acción del hombre es varias veces mayor a la procedente del ganado, la ciencia ha comenzado a estudiar formas de reducir las flatulencias de los rumiantes y a sugerir suplementos alimenticios que lo consigan.

En declaraciones a EFE, la responsable de la investigación, Lorraine Lillis, afirmó que la inclusión de aceite de pescado en la dieta de vacas, cabras y ovejas podría reducir hasta en un 25 por ciento su producción de metano.

Lillis y sus colaboradores llevaron a cabo un estudio microbiológico para descubrir a qué especies de bacterias afecta más el aceite de pescado y cómo lo hace.

Así descubrieron que con tan sólo una cantidad de aceite del dos por ciento se alteró de forma importante la digestión de los rumiantes y el tipo de microbios implicados.

La experta advirtió de que la aportación de estas grasas, procedentes de animales, en especies herbívoras debe ser muy pequeña, ya que cantidades importantes pueden ser perniciosas para la salud del ganado.

Lillis indicó que es necesaria mayor investigación para determinar cómo los ácidos grasos procedentes de los peces son capaces de influir en la digestión del ganado.

Asimismo, es consciente de que la efectividad de esta propuesta puede variar en función de las distintas comunidades microbianas que intervienen en la digestión de las diferentes especies de rumiantes.