-El 29-9-1968, el día de mi cumpleaños, crucé la frontera española, y aquí sigo. Vine con una beca del Estado Español para estudiar Hispánicas en Madrid pero nada más llegar se declaró el Estado de excepción y la policía tomó el campus, casi no hubo clases en todo el curso. Perfeccioné el español por mi cuenta pero, académicamente, fue un año perdido. En esa época es cuando empieza la serie Cuéntame, por eso me enganchó.

-Pero pudo perfeccionar el idioma.

-Sí, con lecturas. Leí, por ejemplo, La Guerra Civil española, de Hugh Thomas, y hasta hice un trabajo sobre Valle-Inclán, después de asistir a un curso de doctorado sobre su obra. Era en torno a la teoría del distanciamiento de Brecht en la obra de Valle, pero no lo pongas, queda un poco pedante.

-...Y se quedó.

-No, volví a Berlín en 1970 para casarme. Yo vivía en la Residencia de Relaciones Culturales, en la calle de la Granja, en Madrid, la única residencia mixta que había entonces en España, Había muchos estudiantes de la Escuela Diplomática y la única mujer española era una funcionaria mayor, el resto de las mujeres éramos todas extranjeras. Allí conocí a mi novio y, después de casarnos en Berlín, volvimos a España. Trabajé en Siemens de traductora y luego nos fuimos al Aiún para que él hiciera la mili. Trabajé en Fosbucraa y del Aiún nos vinimos a vivir a A Coruña, en 1974, y poco después me puse a dar clases de alemán en Fenosa a los ingenieros. Lo hice durante once años y, paralelamente, trabajaba como guía de los barcos que atracaban. Cada dos semanas venía uno de bandera rusa con pasajeros alemanes, el Gruziya, y hacíamos excursiones a Santiago. Ir a Santiago era una aventura: las curvas de Herves, adelantando carros de vacas... Eran excursiones de un día y había tiempo para comer y gastar el dinero. Los cruceros fueron aumentando y ahora sigue habiendo muchos pero también van muchos a Vigo, no sé si porque las tasas son más baratas o porque está a una jornada de navegación de Lisboa.

-¿Cambió mucho la cosa?

-La tendencia es hacer barcos más grandes y el crucero bajó de nivel. Hoy está al alcance de cualquiera. Entonces, éramos tres guías sólo y la profesión estaba sin regular. Los exámenes se hacían nada más que cuando había año santo.

-¿Hay intrusismo?

-Cada vez menos. Yo también fui intrusa unos años, hasta que en 1993 pude examinarme.

-¿Guía en alemán e inglés?

-Sí, al 50%. En inglés hay mucha competencia y en alemán no llegamos a quince.

-Los cruceristas de ahora no gastan en la ciudad, se quejan hosteleros y comerciantes.

-Es que no les dejan tiempo, los barcos no quieren que se gasten el dinero en tierra. Si tienen tiempo libre es cuando ya han cerrado las tiendas.

-¿Qué les enseña?

-A parte de la visita a Santiago, lo clásico: la Torre, el paseo marítimo, el castillo de San Antón, la Ciudad Vieja, la plazuela de las Bárbaras, la tumba de Sir John Moore y la plaza de María Pita.

-¿Les gusta?

-Sí, mucho, como no ven las partes feas de la ciudad sino todo lo que mira al mar...

-¿En Vigo gastan más?

-En Vigo han montado un centro comercial fabuloso, un edificio abierto al visitante pensado para deambular y sentirse a gusto. Tiene acceso directo desde el barco a través de una gran rampa, vistas preciosas a la ría, buenas tiendas, una vinoteca, terrazas y una pasarela que va directamente a La Piedra, donde los turistas pueden tomar ostras. Los vigueses han sido muy inteligentes. No cierra a mediodía y siempre está lleno de turistas cuando hay barcos. Es un centro pensado para los cruceristas. En cambio, no creo que muchos turistas se pierdan en el centro de ocio de A Coruña... Ni saben de su existencia. Me fastidia que aquí se haya hecho tan mal.

-¿Más pegas?

-En A Coruña, una ciudad rodeada de mar, con un enclave privilegiado, no hay ninguna terraza con vistas a pesar de tener nueve kilómetros de paseo marítimo. No lo entiendo. Hasta llegar al Portiño no hay nada.

-¿Los guías pisan el barco?

-Antes, sí. Nos invitaban a una copa y nos enseñaban el barco. Yo estuve en muchísimos, pero desde el 11-S las medidas de seguridad lo cambiaron todo. Ahora hay una valla en el puerto, que están ampliando, y sólo entras si estás debidamente acreditado; hay un control exhaustivo de la policía. Lo entiendo, un crucero americano puede ser un objetivo terrorista.

-¿Los turistas son críticos?

-Cuando ven el frente atlántico de la ciudad, les parece precioso, pero cuando salimos por la ronda de Nelle o la de Outeiro no les gusta esa arquitectura y les choca la falta de verde. Les encanta el tranvía pero no lo usan porque no tienen tiempo. Pero vamos, también hay otros turistas que no son los de los cruceros y que vienen a Galicia por la combinación de playa, gastronomía y oferta cultural. Pocos sitios pueden ofrecer eso al mismo tiempo en tan poco espacio.

-¿España sigue a la cola en idiomas?

-Estamos mejorando mucho. Yo misma estudié aquí el inglés y una institución como la Escuela de Idiomas es única en Europa; en otros países son estudios privados o universitarios. A largo plazo, revertirá en un mejor conocimiento de lenguas.