Vivió rodeada de artistas, así que no le resultó difícil ser uno de ellos, aunque su trabajo no haya trascendido como hubiera merecido. La pintora Pilar Escudero Ferro (A Coruña, 1904-2009), fallecida el pasado sábado, se especializó en el retrato a lápiz. Habría podido ser una gran artista, pero sacrificó la carrera por el cuidado de la familia. Pese a ello, deja tras su muerte una buena colección de dibujos, porque en varias décadas no hubo en A Coruña familia que se preciase que no tuviese algún miembro retratado por Pilar Escudero.

Casada con el médico Alfonso Abelenda, tuvo dos hijos, el pintor Alfonso Abelenda y Pedro, ya fallecido, músico y showman.

Pilar pertenecía a una familia de artistas, los Escudero, oriundos de Pontevedra y vinculados al negocio de la construcción. Tenían talleres de mármoles y carpintería dando a a la playa del Orzán, en la antigua calle del Socorro -hoy, Juan Canalejo-. Su padre, Saturnino Escudero Monteagudo, y su tío José fueron enviados por el abuelo de Pilar a Carrara, en Italia, para formarse en la escultura y en la arquitectura.

La estancia en Carrara y en Roma de los dos jóvenes Escudero fue al parecer fundamental para dar una dimensión más internacional a los talleres, que eran también lugar de tertulia. Por ellos pasaron desde el pintor Sotomayor al político Casares Quiroga, el violinista Manuel Quiroga, el diplomático y alcalde de A Coruña Gerardo Abad Conde, el pianista Vázquez Sebastiá, el escultor Antonio López o el pintor Manuel Abelenda.

En ese ambiente abierto y culto, en el que se mezclaban los saberes, la creación artística y las ideas republicanas convivían con las monárquicas, crecieron los Escudero Ferro: Saturnino, César, Víctor, Julio, Pepe, Pilar, Maruja, Elisa y Lina. De los nueve hermanos sólo sobreviven dos, Maruja, con 102 años, y Lina, de 90, madre el arquitecto coruñés Juan Luis Dalda Escudero.

En ese caldo de cultivo, pocos maestros necesitaba Pilar Escudero, que se consideraba autodidacta, ya que tan sólo tomó algunas clases de pintura de Manuel Abelenda, amigo de la familia pero con el que no estaba emparentada. De esa época, aún guardaba Pilar en su casa de la plaza de Pontevedra sus pinitos al óleo, que reflejaban su mano para los pinceles. Pero ella prefirió el lápiz.

Los Escudero solían abrir sus talleres a otros artistas y así el escultor Villasenín hizo allí un busto del doctor Abelenda, una talla en madera. También tuvo ocasión de pintar allí el gran Concheiro, que acabaría loco debido a una enfermedad genética.

Otra de las presencias asiduas era la del padre de Pablo Picasso, íntimo amigo de su abuelo, Saturnino Escudero, y el doctor Ramón Pérez Costales, además del gran pintor militar Román Navarro, profesor en la Escuela de Artes y Oficios.

Manuel Ferro, bisabuelo de Pilar Abelenda, fue el constructor del Ensanche de A Coruña, de la iglesia de San Andrés y del Obelisco de Vittini que aún permanece erguido en el Cantón.

Las maderas del antiguo Kiosco Alfonso, trasladado desde el Relleno coruñés a Sada, donde se alza ahora, salieron de los talleres coruñeses de los Escudero, a cuyos escultores debe A Coruña buena parte de los mausoleos y de las sepulturas de su cementerio.

En esos mismos talleres conoció Pilar al que iba a ser su marido, el doctor Alfonso Abelenda, que había ido a posar para el busto que le estaba haciendo Villasenín. Médico de la Marina Mercante y también aficionado al dibujo, pasaba la mayor parte del tiempo embarcado, lo que le permitía a Pilar y a sus dos hijos llevar una vida de horarios relajados y gustos bohemios.

Viajar era una de las grandes aficiones de Pilar Escudero, que con frecuencia acompañaba a su marido a visitar distintos países de Europa.

Devota de la lotería, jugaba a menudo con la ilusión de que le tocase la suerte y poder seguir viajando. Su imaginación se apagó definitivamente el pasado sábado, en su casa, rodeada de su familia, y ayer fui incinerado su cuerpo.