-¿Siente aún un miedo reverencial por la suite Iberia?

-Siempre. Iberia es un reto cada vez que la tocas, nunca están superadas todas las dificultades porque en cada lugar, con cada piano surge una nueva dificultad. También es verdad que siempre descubres cosas maravillosas que salen mejor que otras veces, esa es la sorpresa y el encanto.

-Decía usted que ya no sabía si le gustaban o no los músicos españoles -Albéniz, Granados, Falla- de tanto que tuvo que interpretarlos en el Conservatorio.

-A veces, cuando uno profundiza mucho en algo acaba cogiéndole el gustillo, pero ¿qué es lo malo? que por ser español es una obligación se restringe. ¡Con todo el abanico de repertorio centroeuropeo maravilloso que hay!

-¿Albéniz o Granados?

-Los dos. Son bastante difíciles. Albéniz es más racial, más pasional, y Granados, más espiritual, más romántico.

-¿Cuál prefiere interpretar?

-Es que Goyescas es una obra genial. Yo, ahora, volvería muy gustosa a Goyescas, que es una obra que también me costó mucho.

-¿Cuál tiene más dificultad?

-Iberia, quizá, por las proporciones: son 90 minutos.

-Alicia de Larrocha sostenía lo contrario, ¿no?

-Empezar con Goyescas es tremendo. Las dos son muy difíciles, pero quizá Iberia sea más difícil, aunque sólo sea por la resistencia que requiere de lo larga que es.

-¿A estas alturas del centenario de Albéniz lo tiene dominado?

-Nunca está todo dominado, ¡Mira lo que le pasó ayer (el martes) al Real Madrid con el Alcorcón! Nunca hay que confiarse, siempre tienes que estar alerta, un pianista tiene que estar siempre en tensión, entregar toda su vida.

-¿Por qué le pone nerviosa la gente que toca con todas las teclas y no se equivoca nunca?

-Los que se acercan a las máquinas no me gustan. Por un lado, por envidia y, por otro, porque es imposible no poner toda tu alma y que no se te vaya en un momento dado la mano hacia otro lado. Lo difícil es mantener el equilibrio entre la cabeza y el corazón.

-¿Cómo la llamó Saura para interpretar Iberia en su filme?

-No me llamó él, yo le ofrecí el proyecto y le encantó. Luego cambió: quien manda, manda, y no hizo lo que yo pretendía.

-¿El sur tira?

-En Iberia, mucho. Mi marido, que es gallego, de Ourense, dice 'dónde está Galicia en Iberia'. Y es que claro, predomina el sur, están todos los palos, aunque también hay jotas, pero hay mucha música celta. Si Albéniz hubiera pasado por Galicia seguro que hubiera hecho algo importante porque era como una esponja y traducía todo a la música.

-Hizo también un disco con piezas de Albéniz, un trabajo muy libre en el que cantaba con Marina Pardo, ¿recibió críticas?

-Sí, de los puristas. Son unas canciones en inglés que escribió Francis Money Couts, el mecenas de Albéniz, cuando estaba en Inglaterra. Es una música muy contemporánea, muy moderna, casi pop. Toda mi vida canté, así que le propuse a Marina Pardo, una mezzosoprano buenísima, que cantase con su voz impostada y yo, con mi voz. Fue una mezcla curiosa, pero los puristas pusieron el grito en el cielo.

-¿Su madre creía que haría la carrera de solfeo y que luego se haría enfermera?

-Ella pensó que con unos añitos de conservatorio bastaba, pero luego se dio cuenta de que metió la pata y que no había manera de que saliese de allí. La música te atrapa.

-¿Por qué el pintor Eduardo Arroyo creó el festival de Robles de Laciana para usted?

-Somos amigos, él recuperó la casa de su familia y era un pueblo tan aislado del mundo y la gente era tan maravillosa que dijo que tenía que llevarles allí la música, a su casa. Él tenía un piano y me dijo: 'Lo ponemos en la plaza, tú tocas, y en el jardín de mi casa para que ellos entren, que tienen muchas ganas...'.

-Y lleva más de diez años.

-Aquello que empezó a lo tonto, a lo tonto, va ya por trece.

-¿Está muy mimada?

-Soy una gran trabajadora. Nada se puede hacer sin mucho esfuerzo y voluntad, en clásica sobre todo.

-Javier Rioyo la mima mucho.

-Sí, me admira, igual que yo lo admiro a él. Nos queremos y admiramos. Él me sigue y yo lo sigo también.

-¿Ha encontrado su repertorio?

-Yo he tocado mucha música rusa: Prokófiev, Stravinski, Rachmaninov... Me iba la cosa pasional, brillante, para fuera... Me van también los románticos, me parece la expresión máxima de la música. Y, por supuesto, los alemanes, Schumann, Schubert... Me gusta mucho la música vocal, los lieder... Me encanta acompañar a cantantes, por eso el festival de Robles de Laciana es de música vocal.

-¿Tiene un toque especial?

-Cada artista tiene que tener un toque especial. Si tú no eres tú mismo y sacas de dentro lo que sientes... Cuando un pianista joven viene a tocar para mí siempre le sigo que hay que escuchar a los maestros pero luego hay que mirarse por dentro uno mismo y buscar.

-¿Compone?

-Hice unas canciones de jovencita pero no pasé de ahí. El piano requiere muchas horas y cuando estás atrapado no tienes tiempo para más. Esto es una esclavitud diaria, fines de semana y vacaciones.

-¿Como viaja?

-Me organizo para ir siempre a donde hay piano. No puedo estar más de dos días sin tocar, dos días es lo máximo.

-¿Alicia de Larrocha o Maria João Pires?

-No tienen nada que ver, son completamente distintas. La Pires es sobrehumana, me encanta porque es muy inspirada.

-¿Qué escenario anhela?

-Como ya me he puesto muchos retos, ahora espero lo que venga y estoy más en proyectos musicales más que lugares. Hay que buscar formas de atraer al público, que está muy separado de la música clásica. Por eso yo me he acercado a la danza e hice una Iberia con Lola Greco; a la poesía, con un espectáculo con Luis García Montero y José Luis Gómez...

-¿La música clásica sigue siendo elitista?

-Estamos pasados de moda. Hay que reconocer que hay composiciones que tienen 300 años.

-¿Qué es lo que más le puede molestar cuando actúa?

-El ruido, sentir que no están concentrados me desconcentra a mí. Cuando consigo que no se oiga ni una mosca y siento que me están escuchando, mi oído está muy cerca del suyo. Me gustan los aplausos espontáneos aunque digan algunos que en clásica no se puede hacer entre movimiento y movimiento ¿por qué no? Esas cosas te animan.