-Estudió Filosofía, ¿no tenía claro lo de la música?

-No lo tenía muy claro porque la situación de la música clásica en los años cincuenta y sesenta no era muy buena en España. Yo era muy realista y sabía que las perspectivas que tenía en ese campo no eran demasiado halagüeñas. En esa época no había más que tres o cuatro orquestas en España, no había teatros de ópera, a excepción del Liceo; no había salidas profesionales y, lógicamente, dudé. Hasta que me lié la manta a la cabeza y me marché a estudiar fuera. Me fui a formar a Viena e hice el posgrado en Estados Unidos

-A los 29 años ya estaba dirigiendo una orquesta.

-Sí, debuté a esa edad en Venecia y ahí empezó todo. Una vez que empiezas en la carrera profesional todo va más rápido, tampoco había tantos directores, y de ahí pasé a Berlín y luego a dirigir la Ópera berlinesa.

-¿Cambió mucho todo?

-En España, por supuesto, muchísimo. Ahora hay treinta orquestas profesionales, diversos teatros de ópera y salas de conciertos por todas partes. Pero bueno, comparados con Alemania somos todavía de segunda B.

-¿Todavía las orquestas españolas se nutren de músicos extranjeros?

-Sí, pero en ese aspecto cambió mucho el panorama de otros países. Hoy en día, ninguna orquesta se nutre sólo de músicos de su propio país. Las orquestas francesas o alemanas tienen también bastantes extranjeros. Aquí hemos tenido que echar mano de más extranjeros porque teníamos una rémora de cuarenta años, con una enseñanza musical muy pobre y sin tradición en instrumentos de cuerda. En España hubo que incorporar a más extranjeros, pero ahora todas las orquestas, sobre todo de la Comunidad Europea, están abiertas a cualquiera de los 27 países de la Unión.

-¿Se va enfadado del Real?

-No, en absoluto. Me voy triste por ver que un proyecto que podría ser a largo plazo se ha visto truncado, pero eso pasa muy a menudo en nuestro país.

-¿Cuál ha sido el problema?

-No voy a entrar en detalles, no tiene sentido hablar de un tema que es muy largo. Los siete años que pasé estuve muy contento de haber hecho el trabajo que pude hacer y sobre todo por el ambiente que encontré en la orquesta. Por lo demás, el tiempo pone a cada uno en su sitio.

-Gérard Mortier llega ahora al Real desde la Ópera de la Bastilla con la pretensión de que no haya un director de orquesta fijo. A usted esa idea no le gusta e incluso lanzó un 'aviso a navegantes'.

-Yo creo que no es bueno para una orquesta y, desde luego, para la nuestra (la del Real), tampoco, y está muy preocupada.

-¿Le han llegado quejas?

-Quejas, no, pero está en el ambiente. Todos se preguntan quién va a ser responsable y nadie te dice quién lo va a ser.

-Mortier fue muy criticado en París por la elección de algunos directores.

-En eso no voy a entrar, no voy a hablar de Mortier.

-¿Ha trabajado con él desde que vino a España?

-Lo vi nada más que una vez. No está trabajando conmigo, está preparando su próxima temporada.

-Uno de sus objetivos es programar más música contemporánea. Dice que el público ahora es más joven y receptivo.

-El público siempre se está renovando con el paso del tiempo.

-¿Es ahora más abierto a la música contemporánea?

-Yo creo que está abierto a cualquier tipo de música.

-¿Esa no es más difícil?

-Nunca será un espectáculo de masas. La Bohème siempre llenará teatros y otras músicas, no.

-'Es la segunda vez que me voy de España así, como quien dice bateado', se quejó hace poco.

-Es la realidad. Dos veces interrumpí mi trabajo en España, esta es la segunda y ya no habrá una tercera; lógico.

-¿Qué planes tiene?

-Simplemente, ser director invitado (a partir de septiembre).

-¿Eso es un lujo?

-No es tan lujo como parece. Si yo tuviera 40 o 50 años no hubiera nunca pensado en la posibilidad de ser sólo director invitado, pero después de treinta de tener plena responsabilidad en diversas orquestas, llega el momento de irme y dedicarme a la dirección invitado, que me permite tener más tiempo libre. Y energía, al fin y al cabo, la edad no perdona.

-¿Tomar decisiones en una gran orquesta es muy complicado?

-Ser director titular es un estrés añadido al de dirigir. Y director artístico, más. Es una responsabilidad que significa estrés y no cabe duda de que cuando te la quitas de encima sientes una gran liberación.

-¿Tiene muchas invitaciones?

-Sí. Voy a tratar de distribuir bien mi trabajo entre la ópera y el concierto. Los próximos tres años estoy comprometido con la Ópera de Viena. El año que viene estaré tres meses; en 2012, un mes, y dos meses en 2013. Y voy a trabajar en varios teatros: el de Zúrich, el de Ginebra y la Ópera de París. Y el resto del tiempo, dirigiré orquestas.