-Tuvo un aterrizaje accidentado a causa del temporal, ¿utilizó la inteligencia emocional?

-Sí, no me puse a chillar. Pensé: aquí es donde las habilidades sociales y emocionales son buenas. Tenemos un cerebro programado para sobrevivir muy miedoso y siempre se pone en lo peor. Prácticamente no cambió desde hace cien mil años, cuando vivíamos poco y en un entorno extremadamente peligroso. Cuando estoy en una situación de pánico trato de pensar: 'tranquilízate, tienes miedo porque estás programada para eso'.

-¿Usted se puso en lo peor?

-Claro, pero, encerrada en un avión, no podía ni huir ni agredir, que son las reacciones clásicas. La señora que tenía al lado casi acabó conmigo, agarrada a mí.

-'Inteligencia emocional', 'inocencia radical'...

-Durante muchísimo tiempo pensamos que el cerebro humano era racional y que las emociones eran una herencia del resto de los animales que había que reprimir. Eso era eficaz cuando teníamos una sociedad muy estructurada, pero en los últimos treinta años esa sociedad se vino abajo y las personas están ahora muy perdidas, hay un auge tremendo de la enfermad mental, gran parte de origen emocional -una de cada cinco personas tendrá una enfermedad mental discapacitante en 2020, advierte la OMS-. Es una plaga que, además, se está adelantando a edades que desconocíamos: hay muchos más adolescentes tristes. Antes la razón estaba enfrentada a la emoción, de la que no se sabía nada porque no hemos entrado en el cerebro hasta hasta hace una década, ¡hasta hace diez años! Así como en el siglo XX aprendimos a sobrevivir físicamente, en el XXI aprenderemos a conocer el cerebro. Estamos aprendiendo a entender las emociones, cómo funcionamos y qué podemos hacer para que la gente esté mejor consigo misma y se relacione mejor con los demás. Eso es lo que llamamos inteligencia emocional.

-Se habla de resiliencia.

-Es la capacidad de superación de obstáculos. Antes se creía que las personas que se sobreponían a los traumas mejor era porque no sentían. Ahora se sabe que todos nacemos con capacidad de resiliencia pero unos la desarrollan más que otros. Uno de los grandes descubrimientos de la última década es la plasticidad del cerebro. Se pensaba que en la edad adulta no cambiaba y en 2000 se descubrió que sí. Se hicieron experimentos como el de los taxistas de Londres y se observó que tienen el hipocampo -la parte del cerebro dedicada a las relaciones espaciales- hasta un 25% más desarrollada que los demás.

-Se parece mucho a su padre.

-Los niños aprenden por imitación, aprenden del modelo de lo que hacen los padres, no de lo que los padres le dicen que tienen que hacer. Es muy difícil no parecerte a tu madre y a tu padre en algo.

-¿Ser hija de su padre es 'a veces fatal para su autoestima'?

-Nunca lo he dicho, mi padre ha sido una persona muy generosa, me dejó mi propio espacio, nos gustan los mismos temas, hemos trabajado juntos y tenemos mucha relación. Eso lo habrá inventado algún periodista que le parecía que me debería afectar a la autoestima.

-Tiene dos hijas, de 5 y 8 años, ¿cómo las educa?

-Hace unos días me fui a Valladolid sin resolver un pequeño drama en casa y dejé a la pequeña presa de la decisión que tenía que tomar. Al volver le dije: 'Tiziana, ya me han dicho que ayer estuviste un poco triste, que llorabas'. Y me dijo: 'Sí, mamá, tenía mociones mezcladas'. Me hizo mucha gracia, se lo debí de mencionar alguna vez.

-¿Les explica estas cosas?

-Es lógico, yo me interesé por este tema cuando fui madre, quería saber qué podía hacer para ayudarlas a crecer mejor. Y no te das cuenta hasta qué punto les ayudas cuando les enseñas vocabulario emocional, a no asustarse ante las emociones negativas, a no tener miedo a la tristeza, a tener recursos para solucionar conflictos, a tomar decisiones ya a estas edades y a saber que los humanos vivimos en un mar de incertidumbres y con emociones mezcladas. Tiziana tenía un problema pero sabía que era normal tenerlo y que había de resolverlo.

-¿Cree que en muchas casas se habla de emociones mezcladas?

-Está claro. Por eso defiendo que tiene que haber un cambio total en el papel de la escuela.

-¿Para suplir a los padres?

-Evidentemente. Cada vez hay más divorcios, los padres trabajan, no hay una educación emocionalmente inteligente -es autoritaria o permisiva- y la única posibilidad para estos niños es que eduquemos su mente y sus emociones en el colegio. La escuela tiene un papel todavía muy anacrónico, se inventó para la sociedad de la revolución industrial, para que la gente aprendiera a leer y a escribir para trabajar en las fábricas y casi no ha cambiado: seguimos empeñados en dar contenidos. Ahora empezamos a hablar de competencias, de inteligencia emocional. Yo creo que en diez años la escuela habrá cambiado completamente.