José Luis Correa explora por primera vez el crimen organizado en Un rastro de sirena (Alba Editorial), su cuarta novela del detective Ricardo Blanco. Otras claves para construir una historia universal que promete acción y aventuras a dosis perfectas, con el estilo siempre contenido y sibarita del autor, al que un día registraron el ordenador de su despacho de la universidad por terrorista. "Como investigo sobre bombas y venenos para mis novelas, me mandaron un técnico por si iba a raptar al rector". Si es que, como él dice, la novela negra está en todas partes, "es la novela social del siglo XXI".

-¿Por qué la mafia rusa?

-Primero, porque está en todos lados; segundo, porque había tocado hasta ahora sólo crímenes apasionados y me apetecía cambiar a un crimen más frío, más organizado, más cruel. La novela muestra el sinsentido de un mundo en el que, al que te sobra, lo matas.

-¿Cómo se documenta?

-No, no hay mucha documentación. La novela está basada en hechos lógicos, no en hechos reales. Es una historia de cómo funciona la mafia. Es decir, prostitución, coches de lujo y drogas, que es lo que les da la pasta. Pero es que ni siquiera me meto demasiado en eso. Ésta es una historia de aventuras, de acción.

-El crimen organizado tiene a su alrededor una serie de características que dan mucho juego para la novela negra...

-Sí, por ejemplo, es una estructura muy militar, muy jerarquizada. Hay un padrino, tipos que no se conocen entre sí. Saviano lo plantea muy bien en Gomorra, aunque yo no quería ser el Saviano canario. De hecho, espero equivocarme en todo, porque siempre voy a las mismas terrazas a escribir y soy un blanco fácil. (Sonríe)

-¿El hecho de que no se trate de un crimen pasional hace más fría la novela?

-Es más fría porque los malos no tienen corazón. Uno intenta explorar el alma del malo. No se le puede justificar, pero cuando te planteas historias del bien y el mal piensas que a alguien se le tiene que haber cruzado mucho el cable para cometer esas tropelías.

-¿Cómo ha evolucionado Ricardo Blanco?

-Cuando escribes una novela la historia comienza y acaba, y luego el lector es quien la interpreta y la recrea con su propio gusto. Sin embargo, con una serie como ésta, tienes que tener un universo entero creado si quieres dar vida al personaje. Gracias a que tengo a mi primo Mario, que es quien se acuerda de todo, de cuándo Ricardo cumplió años, de todo. Sabe el tiempo que ha pasado entre un caso y otro y eso me ayuda a no cometer errores... Últimamente me preocupa el abuelo de Ricardo, que va cumpliendo años y...

-No me vaya a matar al abuelo, por favor...

-No, no quiero, pero piénselo, no puedo tener a un señor de 102 años por ahí dando lecciones.

-¿Cuántos años tiene ahora?

-87.

-Hay tiempo.

-Sí, algo tengo que inventar.

-Podría hacer un flashback.

-Una precuela de esas que dicen. Vamos a ver.

-¿Tiene ya en la cabeza la quinta de Blanco?

-Tengo el arranque, es la historia de un personaje que llega a un hospital lleno de sangre en las manos y sin recordar nada.

-¿Le pasa con frecuencia que sabe sólo el comienzo y sigue a partir de ahí?

-Sí, sólo sé el comienzo. El otro día en la BCNegra, en Barcelona, en una mesa con varios autores, el moderador, Raúl Argemí, dijo que para él hay dos tipos de escritores, el de brújula y el de mapa. El de mapa lo tiene todo trazado y el de brújula sabe dónde quiere llegar, pero aún no sabe cómo. Pues bien, yo soy de brújula. Además, empiezo por una idea que no tiene que ser el principio. Por ejemplo, en Un rastro de sirena quería contar una historia en el Carnaval.

-¿El hecho de justificar la credibilidad de una situación no coarta a veces la imaginación? ¿Se corta cuando quiere meter algo por simple capricho?

-No. Si narrativamente funciona, lo meto en la novela. Te nace hacerlo y lo haces, porque es literatura, no realidad.

-El cine, la música, la gastronomía siguen siendo referentes de su novela...

-Sí, uno escribe de lo que ve, de lo que le gusta. La escritura tiene dos patas sólidas, la memoria y la curiosidad. Yo no concibo a un escritor si no tiene esas bases. Luego tendrás tu destreza lingüística o no, y más o menos imaginación.

-Le suelen comparar con Vázquez Montalbán o Camilleri, aunque lo único que tienen en común sus personajes es que su vida privada es un desastre.

-Sí, a los detectives les pasa como a los pistoleros, que no les vas a poner una familia detrás, porque sería su punto débil. Su clave es que no tienen nada que perder. ¿Se imagina una pegatina de no corras papá en su coche en una persecución?