-Lo de su retirada del teatro es como la de los toreros...

-Ellos cuando son muy viejos tampoco vuelven. Todas mis obras han estado mucho tiempo en cartel, he envejecido y se me ha pasado el momento de hacer La Regenta o Un tranvía llamado deseo. Ya sólo me queda La Celestina. Así que lo que quiero es acabar con La vida por delante. Aunque ya que Focus [la productora de la obra] tiene tantas ganas de que haga otra cosa, y con Calixto Bieito, que me encanta, porque soy absolutamente progresista, ponga que sí que haría Sunset boulevard. [ríe]

-Dice que hay que volver al teatro de siempre, pero con la crisis, ¿queda otro remedio?

-De lo que me lamento es que se hacen montajes excesivamente costosos que luego no pueden trasladarse a otro sitio. Y no sólo en Madrid, también aquí, como con Bienvenido, Mister Marshall. Eso también es derroche.

-¿No cansa ya lo del teatro y la crisis?

-Yo no creo que haya. Los teatros se llenan. Aquí se ha hecho buen teatro en la posguerra, en la dictadura, en la transición y ahora. ¿O es que porque no nos gusten los gobiernos no nos gustan tampoco los escritores y los actores?

-Ahora también se demoniza a algunos actores cuando expresan sus ideas políticas...

-Me duele. También alguno ha dicho algo de mí, pero en un momento dado decides ser de la ceja porque crees en ello y a otros no les sienta bien. Pero me da igual.

-¿El actor ha de comprometerse socialmente?

-Tenemos más obligación que nadie. Que me haya comprometido con un partido de izquierdas no quiere decir que otros actores no lo hagan con otro de derechas. Pero no se les nombra ni se les demoniza. Hacen lo mismo, campañas políticas y personales, pero...

-Madame Rosa lo hace todo por amor. ¿Usted lo ha hecho todo también por amor?

-Todo. Como todas las mujeres. Los hombres lo hacen todo por vanidad personal o para comentarlo con sus amigos, son fardones.

-¿No sobrevaloramos el amor en esta sociedad?

-Sobrevaloramos el sexo, que es otra cosa. El sexo y el dinero. Es para que la gente se atonte mucho más. Pero no lo hacen tanto como parece. Se habla mucho, pero se hace poco. Están asustados.

-Quiere decir que antes lo hacían más...

-Yo creo que sí, porque como no nos enseñaban tanto como ahora… Es como las películas porno: te quitan la afición.

-¿Con el tiempo se ha hecho más religiosa?

-No. Tengo una educación castellana y religiosa, y soy católica practicante. Y lamento que estemos otra vez en el siglo XI, con este fanatismo religioso. Incluso la Iglesia Católica sale a la calle a actuar políticamente, cuando no debería. A misa se va a rezar.

-Y a predicar...

-Pero no políticamente.

-¿Le da rabia no haber tenido más grandes papeles en el cine?

-Usted perdone, pero ¿ha visto Más allá del jardín, Las bodas de Blanca, Libertad provisional, Las largas vacaciones del 36, París Tombuctú? Oiga, somos muchas actrices y no puedo hacerlo todo.

-Su amigo Antonio Ozores defendía a ultranza el cine de los 60 y 70. ¿Usted también?

-Y tanto. Es que son mi familia. Yo debería llamarme Velasco Varona Lazaga Ozores.

-Con lo denostado que está ese cine, tan comercial...

-Y lo de ahora qué. ¿Qué me dice de Torrente? Toda la vida hablando mal de lo nuestro...

-¿El cine de ahora le gusta?

-De lo último, Celda 211 me parece una joya. Ágora me encantó y se la ha maltratado diciendo que va de religión y no es así. Y recuerde El secreto de sus ojos. Quizá donde menos se ha acertado el último año es en las películas mal llamadas comerciales.

-¿Por qué mal llamadas?

-Porque comercial quiere decir que llena y eso es lo que todos queremos. Mala es que es mala, es otra cosa. La cultura ha de ser comercial, porque en cuanto aburra ha perdido su sentido, que es llegar al mayor número posible de gente. Una película que no tiene éxito no se debería haber hecho, salvo excepciones como Buñuel, Saura o Berlanga, aunque Berlanga siempre llenó.

-¿Le queda una deuda con la televisión o, como Groucho, mejor correr a coger un libro?

-A mí ya no me quedan deudas ni con Hacienda. No tengo asignaturas pendientes. Sólo conmigo misma y estoy en ello.

-¿Tampoco le queda una deuda con el amor?

-No quiero saber nada de eso. He amado mucho y no he sido nunca bien amada. He sido la malquerida en la vida. Quizá es porque me he dedicado mucho al trabajo, pero no es excusa: si se quiere, hay tiempo para todo.

-¿La prensa rosa persigue sólo a quien se deja perseguir?

-Es que a mí me encanta que me persiga. Me pongo contentísima cuando me dicen que están en la puerta de casa. Siempre voy arreglada por si acaso. No se ría. El otro día cuando bajé ya se habían ido y me dio rabia, con lo mona que iba.