Detrás de cada narración hay muchos días de convivencia en el lugar: la pesca del atún en Barbate, el espectáculo de la xávega en Portugal, la busca del bacalao en las islas noruegas de Lafoten, la persecución de la langosta en las profundidades marinas de la costa de los Mosquitos, en Nicaragua... Pesca artesanal y de subsistencia en peligro de desaparecer por el imparable proceso industrial. Teniente —Premio Luis Valtueña de fotografía humanitaria por sus fotos del tsunami asiático y de la guerra de Irak, y mención especial en los Premios Ortega y Gasset— ya no siente esa necesidad imperiosa que tenía antes de estar en cada guerra y en cada catástrofe. Ahora pretende llamar la atención sobre la necesidad de preservar el ecosistema marino.

–¿Ya no va a guerras y catástrofes?

–Me dedico a contar historias humanas y, simplemente, he cambiado de escenario. Cuando visité zonas en guerra o que habían sufrido una catástrofe natural hacía lo mismo, fotografiar la repercusión sobre la sociedad civil, nunca tuve la necesidad de estar en el frente, aunque a veces, sin buscarlo, me vi envuelto. Hago lo mismo, contar historias, aunque sí, abandoné las tragedias, llegó un momento en que estaba cansado de trabajar en esos lugares. Ahora, me recreo más en la estética y el color.

–Su fotografía del tsunami premiada fue hecha días después.

–Yo llegué allí en el primer avión de ayuda humanitaria y el espectáculo era terrible, había miles de muertos tirados... No estamos preparados para ver eso, y ese olor a muerte que se te queda en el cerebro durante meses... Hacía fotos de aquello, pero vi que no tenía necesidad de contar así la tragedia, sino que podía hacerlo sin mostrar el horror. Una de las fotos era un paisaje precioso, en el que en primer plano había un cadáver flotando, pero en la del premio Luis Valtueña ya no hay muertos, es una preciosa luz de tormenta y un hombre caminando por una callecita en la que todo está destrozado a ambos lados. Aunque no ves nada, es una imagen catastrófica. La vi venir cuando iba con mi conductor en el coche y la hice a través del cristal, de un solo disparo.

–¿No se le ocurrió ir ahora, tras el terremoto?

–No. Creo que es un estado de ánimo, una llamada interior. Antes, cuando ocurría algo así en cualquier lugar del mundo, por lejano que fuese, sabía que en dos o tres días iba a estar allí, tuviese o no encargo y tuviese o no dinero. Yo ahora no tengo esa necesidad, aunque la puedo tener mañana.

–¿Ese tipo de fotógrafo no suele quedarse enganchado?

–Sí, hay mucho de eso, pero yo nunca me sentí obligado porque nunca trabajé para una agencia o un medio que me exigiese al día siguiente estar allí.

–¿Cómo trabaja?

–Trabajo por mi cuenta, como freelance, yo decido lo qué quiero hacer, cómo, cuándo y dónde.

–¿Cómo se financia?

–Esa es la parte complicada, tengo que buscar financiación. En este caso [para la exposición] fue a través del Museo del Mar de Galicia y de Caixanova.

–Pero trabajó para la Agencia Cover.

–Antes; ahora, con Getti. A veces salía con un encargo para una revista que me hacían a través de Cover. Otras, me iba y, una vez allí, Cover empezaba a poner en el mercado mis fotografías u ofertaba mis servicios a una revista. Pero también hubo casos en los que volví sin haber vendido una foto, como cuando estuve en Kosovo. Creo que fue uno de mis mejores trabajos, y no vendí nada, quizá entonces no sabía aún mover mi trabajo. A muchos de esos lugares iba con Médicos del Mundo, que me llevaban a cambio de cederles mis fotos.

–Evita el sensacionalismo, ¿aún a costa de vender menos?

–Para eso están los fotógrafos que trabajan para las grandes agencias, AP o Reuters. Yo no podía —ni quería— competir con ellos. Con la televisión, está todo contado desde el primer momento.

–¿Pasa inadvertido allí?

–No, la gente me acepta, vivo con ellos. Por eso necesito mucho tiempo: no soy como el fotógrafo de agencias que llega arrasándolo todo el primer día y busca una imagen determinada. Yo necesito meterme poco a poco e ir conviviendo con la gente. No ven en mi un riesgo, llego sólo, con mi bolsita; no soy como los de la CNN, que va un montón de gente y lo compran todo... Eso les intimida mucho. Yo me hago amigo y voy a sus casas. Necesito estar dentro de la historia, ir en el barco a cazar las ballenas con ellos. No puedo ir siete días y volver con un reportaje, necesito estar meses y ser uno más.

–¿Se sintió buitre alguna vez?

–No, nunca me aproveché de situaciones ni las provoqué, pero vi muchos buitres.

–¿Manipula sus fotos?

–Absolutamente, nada.

–¿Vivió momentos de riesgo?

–Sí, en Haití y en Irak, ciertos días era muy peligroso. Estuve muy enfermo de dengue en Timor, buscando la guerrilla, y me afectó mucho la muerte de Ricardo Ortega, de Antena 3, en Haití.