–¿Los museos españoles son seguros?

–De los más seguros, no hay que ver más que los índices de siniestralidad, nulos, salvo en los yacimientos arqueológicos, que es lo más desprotegido, o alguna iglesia.

–Hubo una época de expolio permanente, con Eric el Belga.

–Sí, pero eso ya pasó. Las administraciones tomaron medidas. No se valoraba el patrimonio. Muchas veces esas obras de arte se consideraban bienes de la iglesia y el párroco creía que podía disponer de ellos y venderlos para arreglar el tejado.

–¿Cómo se explican esos grandes robos como el del Museo de Arte Moderno de París?

–Porque han fallado todos los procedimientos: las medidas físicas, las electrónicas, los medios humanos y las medidas organizativas. En el caso de París, la verja estaba sólo sujeta con una cadena, los cristales no eran blindados, los sistemas electrónicos llevaban dos meses desconectados por avería y, encima, no había vigilancia humana extra.

–¿El robo de El Grito, en Oslo?

–Igual, sólo había un vigilante en el centro de control que ni siquiera era vigilante. El vigilante vio por las pantallas cómo se subían a una escalera, rompían una ventana y cogían El grito. ¿Y qué tiempo de respuesta tiene la policía? Si el robo se puede hacer en un minuto y la policía tarda quince en acudir... Eso el malo lo ha estudiado antes.

–¿Por qué se roban grandes obras de arte si no pueden venderse después en el mercado?

–Pero se pueden secuestrar y pedir un rescate. Y te dan más que por una persona y no se te escapa, no se te pone enferma y no le tienes que dar de comer.

–¿Es uno de los negocios más rentables?

–El 10% del valor del mercado te lo paga el seguro. El tráfico de obras de arte es el negocio más rentable después del tráfico de drogas.

–¿Quién hay detrás de estos robos de grandes obras de arte?

–Muchas organizaciones mafiosas que utilizan las obras como moneda de cambio.

–¿Incluso, narcotraficantes?

–Sí, se pagan entre ellos con obras de arte.

–Con la guerra de Irak fue expoliado el Museo de Bagdad.

–Irak se expolió siguiendo una pauta preestablecida, había organizaciones que antes de la invasión ya estaban haciendo sus planes. Organizaciones supuestamente culturales que se llevaron todo. Una de las primeras cosas que hicieron fue acabar con los archivos del museo para que después no se pudiesen seguir las obras. Eso no es el saqueo de una población desmandada, había una planificación.

–¿Hay robos por capricho?

–La Gioconda desapareció en 1911 durante dos años, y se le atribuyó a un ultranacionalista italiano que quería que retornase a Italia. Hay también quien las destroza: un loco se lió a martillazos con La Piedad, de Miguel Ángel.

–Y hay robos como la pesada escultura de Richard Serra.

–Eso no fue un robo. En alguna remodelación del Reina Sofía se mandó a un almacén y se olvidaron de ella. La empresa quebró y la vendió a un tercero que troceó el bronce y lo vendió sin tener conciencia del valor. En otros países desaparecieron esculturas de dos mil toneladas que se llevaron con una grúa de un jardín.

–¿Cuántas personas velan por la seguridad del Thyssen?

–Hay 121 personas, casi 300 cámaras de vigilancia, más de 2.000 detectores de incendios, casi 3.000 medidores volumétricos... Desde el principio, el Thyssen dio mucha importancia a la seguridad y a la climatización, el barón era muy consciente de lo que implicaba. Además, hay una cámara acorazada enorme.

–La baronesa se encadenó en protesta al plan de suprimir los árboles del Paseo del Prado.

–El monóxido de carbono y los gases que genera la combustión de carburantes penetran en el edificio, aunque tenga unos sistemas de filtrado impresionantes, y los árboles ayudan a preservarlo.

–Los museos atraen a millones de visitantes. Eso influye también en la conservación.

–El turismo cultural va en aumento y es una fuente de riqueza, eso es así. Las exposiciones temporales son un problema para la conservación pero atraen a muchos visitantes y son fundamentales; sin ellas el museo se muere: suponen dinero para la tienda y para los negocios de alrededor.

–El traslado de cuadros es un problema, y más a otros países.

–Coordinar eso es muy difícil porque cada país tiene su legislación y no todas las policías responden igual. Francia y Suiza ya no dan escoltas policiales y muchos países ponen restricciones. Hay miles de museos en Europa y todos hacemos exposiciones temporales. Es tan brutal el movimiento de obras que las policías ya no dan abasto porque no tienen presupuesto ni personal suficiente. La tendencia es que escolten las obras la seguridad privada, pero eso tendrá que conducir a una disminución de las pólizas de los seguros.

–¿Es posible unificar normas?

–Desde la asociación Protecturi trabajamos para lograr una sensibilidad común, unificar criterios y que haya una legislación internacional similar en todas partes. España tiene una ley de seguridad privada que no hay en ningún otro país; la figura del director de seguridad no existe fuera.

–Los jefes de seguridad de museos vienen del Ejército y la policía, ¿también, usted?

–Soy de los pocos civiles. Fui jefe de seguridad del Ministerio de Justicia y antes de que se abriera el museo me vine aquí.

–En la guerra civil se llevaron a Ginebra los fondos del Museo del Prado, ¿fue un riesgo mayor?

–Estoy convencido de que no fue la mejor solución, no se debería haber sometido a las obras a ese desgaste, teniendo en cuenta los medios de entonces y los bombardeos. Fue un traslado bastante traumático para los cuadros. Pero las cajas de los cuadros eran muy buenas, casi como las de ahora, aunque ese sistema va a dar un cambio radical en un año. Será un nuevo concepto, nada que ver con las cajas de ahora.