El estallido de El Aaiún, querida Laila, revela que el régimen alauí ha fracasado en lo único que, hasta ahora, había esgrimido como principal argumento favorable a sus tesis sobre el problema de Sáhara: "que los saharauis del interior aceptaban la plena integración en Marruecos". Pues no. El grueso del pueblo saharaui del interior se ha resistido a la asimilación marroquí, incluidas las nuevas generaciones nacidas bajo la administración alauita. Es más, los conflictos de estos días revelan que los saharauis son discriminados en su propia tierra a favor de colonos marroquíes que se instalaron en el Sáhara a instancias de Rabat y por esto, precisamente, comenzó esta protesta que, al no encontrar salida, deriva naturalmente a la demanda de la autodeterminación, también desde El Aaiún. Conviene saber que el campamento Agdayim Izik no es el único de estas características que se montó en el Sáhara Occidental.

Por otra parte, querida, el pueblo marroquí está cansado del problema del Sáhara. Primero, porque existe la convicción general de que el Sáhara occidental se está tragando una enorme y desproporcionada cantidad de recursos del Estado y, segundo, entre los mejor informados y los más interesados a que se produzcan avances democráticos crece la sensación de que el conflicto se está utilizando para frenar el desarrollo político democrático del país. Cualquier marroquí sabe muy bien que en su país hay dos temas tabúes: el Rey y el Sáhara, y la cosa empieza a ser asfixiante. Por otra parte, Marruecos es un país muy plural, con regiones muy diferentes, dos grandes etnias soterradamente enfrentadas: los árabes y los amasig, y una multitud de tribus y clanes que están más atentos de lo que parece a cualquier posibilidad de descentralización política. Eso hace que desde el régimen se ande con mucho tiento por este camino. Es por esto que, contra lo que diga, Marruecos se resiste también a concretar una salida autonómica al problema saharaui y da largas al asunto.

Marruecos ha fracasado, por lo tanto, en el Sáhara y, hoy por hoy, no es capaz de arreglar razonablemente y por sí mismo este conflicto. El régimen impone su política de asimilación por la fuerza, amparado principalmente en la tolerancia internacional a cambio de jugar el papel que juega a favor de los intereses estratégicos de la UE, especialmente de Francia, y sobre todo de los EEUU. En cuanto a España, querida, la verdad es que cuenta poco. Nos debatimos, inermes, entre un sentimiento general de haber contraído con el pueblo saharaui una deuda histórica de carácter moral, pero también político, por haber descolonizado incluso peor de lo que colonizamos, y la necesidad evidente de mantener relaciones de buena vecindad con Marruecos, con el que mantenemos el viejo contencioso de Ceuta y Melilla, sin capacidad de abordarlo y que para nosotros también es tabú. Nos divide y nos perturba solo mentarlo. Por eso nuestros gobernantes, todos, nunca saben qué hacer con Marruecos y se pasan o no llegan. Eso sí, todos fanfarronean muy patrioteros cuando están en la oposición.

Convéncete querida, no pintaremos nada en Marruecos mientras nuestros políticos no lleguen a un pacto de Estado para hacer cuatro cosas y al mismo tiempo: abordar abiertamente nuestros contenciosos con el vecino para resolverlos, profundizar nuestras relaciones diplomáticas y comerciales, cooperar en su desarrollo democrático y exigir el respeto y el cumplimiento de los derechos humanos. Esto también es crucial para el pueblo saharaui. No debemos admitir que nuestros politicastro se sigan tirando la patria y los moros a la cabeza porque lo pagaremos todos y muy caro.

Un beso.

Andrés