–Después de tantos años de éxito, ¿qué queda de la fascinación por ser actor?

–Afortunadamente está intacta. Cuando comencé para mí todo era un juego y sigue siéndolo porque, más allá del hecho cultural, está esa cosa religiosa del misterio que se produce cuando el público, sabiendo perfectamente que lo que está viendo es mentira, se ríe o llora por lo que haces y esa ilusión es tan grande como cuando de niño me disfrazaba de pirata.

–Últimamente se oyen mucho las voces de los actores quejándose por el estado del cine. ¿Sobre el teatro no hablan porque no va mal o porque ya se han dado por vencidos?

–Suele ser algo pendular. Según los datos de la SGAE y de Cultura, este año al cine le ha ido mucho mejor que al teatro, gracias a títulos que han tirado de taquilla como Celda 211 o Ágora y el teatro depende mucho más de los ayuntamientos, que sí están en crisis, por lo que se están suspendiendo muchas giras. Pero es un ir y venir porque, a veces, sucede justo al contrario.

–Decía Nuria Espert que enel teatro no se pueden hacer descargas...

–Es una ventaja desde luego que el teatro sea un hecho vivo, pero no cabe duda de que la crisis existe y de que es muy costoso poner en marcha una producción teatral.

–¿Y qué tiene el teatro que, aún pagando una entrada, la gente no deja de asistir?

–Quizá sea ese misterio de dejar por un rato la rutina diaria, salir de casa y de una realidad para adentrarte en otra. Ir al teatro es todo un rito y ojalá tuviéramos la fidelidad de más personas.

–Del teatro al cine, ¿cómo está el panorama en España?

–Yo creo que hay una gente formidable, estupenda. Ahora estoy trabajando en dos proyectos, con David Trueba acabo de rodar Madrid 1987 y estoy trabajando en una película con Javier Rebollo [El muerto], porque me entusiasma trabajar con gente joven. El balance en cuanto al cine es muy positivo, porque se hacen grandes películas, el problema de siempre es que no tenemos mercado exterior y, aún así, nunca en nuestra historia se ha tenido tanta proyección gracias a Amenábar, Almodóvar, Penélope Cruz o Antonio Banderas.

–¿Qué le parece la televisión?

–Es la mayor fuente de contratación, es lo que nos hace pagar la luz y los recibos a los actores. Con la llegada de las privadas sabíamos que se iban a acabar las grandes series, pero está bien que haya otros programas. Además, pronto este modelo de televisión se irá a hacer puñetas y llegará la televisión a la carta. Yo la veo, y hasta veo a veces Sálvame y creo que Jorge Javier Vázquez tiene un gran talento, luego me puede encantar o abominar el programa.

–Ha dicho en alguna ocasión que en España queda mucho por hacer, ¿por dónde empezaría?

–Uff... Creo que haría una llamada a los dirigentes de nuestro país para que dejaran de elevar el listón de insultos, de descalificaciones que resultan también insultantes para los ciudadanos. Los niveles de discusión sobre ciertos problemas en España deberían ser bastante más profesionales y, desde luego, la sociedad debería mandar a hacer puñetas a los impresentables.

–¿Piensa en alguien en particular al hablar de impresentables?

–En los casos de corrupción, los tránsfugas en los partidos... Por los años que tengo me gustaría no escuchar ciertos pronunciamientos, de unos y de otros, ¿eh? Y este desprecio hacia la sociedad... No sé, la verdad, sería para hablar con más profundidad, pero igual nos lo merecemos.