"Siempre hablo de lo mismo, de la pasión de contar -explica Luis Landero-. No solo sobre el oficio de narrador, que es la rutina del escritor, sino de la vocación, que es la pasión y el portento. A la hora de escribir, el oficio es importante, como lo es la técnica para un músico, pero amigo, luego está el corazón, el sentimiento, esa pareja que forman el corazón y el cerebro que es fundamental en el arte".

-¿Cree que el narrador se hace escritor porque no puede ser el héroe, el protagonista?

-No lo sé, me resulta imposible contestar a una pregunta tan difícil. El que quiere escribir puede hacerlo bien como protagonista de su ego o también como testigo de lo que ve. A mí me parece más interesante la vida de los demás que la mía propia, donde no veo que haya mucho que contar. También, lo de ser escritor está muy contaminado del ego, de los fantasmas de uno mismo. Dejas tu huella, ya que todos tenemos formas distintas de ver el mundo. Es decir, somos originales a la fuerza, desde que nacemos, pero luego esa originalidad hay que currársela. De esa forma de sentir y de ver sale el mundo visto por Flaubert, Cervantes...

-Tiene fama de excelente guitarrista. ¿Puede la música contar una historia?

-Bueno, solo toco flamenco. Di clases hace muchos años, pero el que tuvo, retuvo... No, la música es quizá el arte más puro de todos, lo que pasa es que no se sabe muy bien qué cuenta. Es el camino más directo al corazón y es el arte menos contaminado por ideas y prejuicios, el más misterioso... Me pasa como a Lope de Vega con el amor,: me cuesta encontrar palabras para definirla, así que, como dijo Lope, quien lo probó lo sabe.

-Si hay tanta frustración en el mundo, ¿es por falta o por exceso de literatura?

-La literatura no tiene culpa. Lo mal que anda el mundo tiene que ver con la economía, con el poder del dinero. Son ellos los que mueven el mundo.

-Más que de hambre o guerra, hablaba de vidas grises...

-¡Es que el gris es el color de la vida! No sé por qué se habla tanto de que uno ha venido aquí a ser feliz y a ser pintado de colores... En la vida hay algún colorido, cuando uno se enamora y en ese tipo de situaciones. Pero pasada la época de las ilusiones, uno va envejeciendo y aparecen las goteras. De todos modos, uno tiene que revelarse contra esa grisura, para no pactar con el mal gusto que se ha instalado en la sociedad. Cuidar de uno mismo es cosa de buen gusto. Mirar, leer, hablar con la gente, ir al cine, dar un poco de frescura a tu vida y no abandonarse a la mediocridad. Tener inquietudes y cultivarlas exige un esfuerzo, soledad, concentración y lentitud. Normalmente todo te lleva a la rendición, y hay que luchar para no rendirse y vivir con dignidad, que no es más que ser uno mismo.

-Usted defiende que los escritores deben abrazar el pesimismo y luego deshacerse de él.

-Sí. Yo soy nihilista, pero no pesimista. Pienso que la vida es absurda y que no tiene sentido, pero una vez está uno aquí... Ser un nihilista existencial no afecta a la ética ni a la solidaridad; a mí me interesa el mendigo y los gitanos rumanos que están echando en masa. No es incompatible con disfrutar de un buen vino o un buen arroz, pero no se puede ser nihilista ante el sufrimiento de los demás, eso es inmoral.

-¿Y ha sido usted siempre así?

-No, no. Yo tuve otras épocas de trascendencias e ilusiones. Hasta quise ser cura en mi adolescencia. Creía en utopías, pero luego, con el tiempo, me he ido serenando. La vida puede ser vista de muchas maneras, uno puede ser feliz tomando una copa con los amigos, estando con su amada. Hay momentos gratificantes y hay otros que, sin ser tan plenos, traen ese misterio que es la serenidad, la paz.

-Quizá se nos ha vendido que el nihilismo es algo así como la antesala del caos, ¿no?

-Puede ser que sea una cuestión de tradición católica, pero no dejan de ser tiros por aproximación. No, no habla de cosas exactas.

-Se considera también una persona a la que le gusta vivir y tratar a la gente del pueblo. ¿Qué opina de los chistes y los refranes, dos tipos de tradición popular?

-Son cristalizaciones populares. Con los refranes tengo una doble relación, pero normalmente es de rechazo, porque suelen ser una exaltación del más burdo sentido común y son muy materialistas. Me gustan los chistes, pero uno o dos, y cuando vienen a cuento. Pero esta plaga de chistes y chistosos que hay ahora mismo... Es como tantas otras cosas. Como los mazapanes de Toledo: uno o dos están muy bien, pero en cuanto te dan una caja entera, como que te empacha.