No recuerdo, querida Laila, quién dijo aquello de que "estamos en guerra, hay que reflexionar", pero te juro que me parece de lo más apropiado para la situación que vivimos. Se palpa el miedo, se encienden alarmas todos los días, se fomenta la evasión y nos empezamos a comportar como los muchachos que mañana parten para la batalla, donde es probable la muerte. ¿Qué está pasando? ¿Qué se nos viene encima? ¿Por qué sucede todo esto? Decidí reflexionar, por lo menos un poco, porque esto es una guerra. Ya sé el poco fundamento y el escaso valor que puede tener lo que uno piense, pero decidí quedarme con aquello de Lessing: "Piensa erróneamente, si quieres, pero en cualquier caso piensa por ti mismo".

Puesto a pensar, querida, se me ocurre que la dictadura de los mercados se está imponiendo a los resortes de la democracia y trata de destruir todo lo que las democracias construyeron para mejorar la vida concreta y diaria de los ciudadanos. El objetivo a demoler es la llamada anomalía del capitalismo, es decir, el Estado social y de bienestar, es decir, Europa: la Europa en fase de construcción política que, precisamente por estarlo, no ha podido desarrollar aún su capacidad de defenderse. El mercado depredador se abalanza primero sobre los ejemplares más débiles de la manada: primero Grecia, después Irlanda, luego Portugal, pero siempre España en el punto de mira, porque cobrar esta pieza daría un zarpazo letal al sueño europeo y destruiría así un paradigma inquietante para los especuladores. Y España resulta clave para la dictadura de los mercados por dos razones: por la fortaleza de su economía con lo que, al herirla, se dañaría gravemente a Europa y al euro, y por la debilidad y bisoñez de su democracia, que facilita mucho más el ataque depredador. Es decir, España es un flanco de Europa, a la vez muy importante y muy vulnerable.

El Gobierno socialista español, por otra parte, que era el reducto más importante que le quedaba a la maltrecha socialdemocracia europea, ha sido abducido sin ambages por la política neoliberal, que ya se hiciera con la derecha europea, obligando descaradamente al Gobierno Zapatero a abdicar de su propio proyecto e incorporando a los socialistas españoles a la alternativa neoconservadora, que consiste en salir de la crisis recuperando el crecimiento económico sin peajes sociales, para poder así mantener e incluso incrementar los beneficios de los mercaderes. Por eso Zapatero y los suyos se pliegan a las tesis del ajuste sin contrapartidas, al debilitamiento del Estado y de lo público y a hacer recaer sobre las clases medias y más pobres los costes de la crisis. Y esto es lo que hace, querida, que Rajoy no diga ni haga nada, ya que las cosas discurren en el sentido de su proyecto político y de sus convicciones ideológicas. Solo así se explica la constante preocupación de los portavoces populares, entre ellos de Aznar, por mantener la desconfianza y la amenaza de los mercados sobre la economía española. Ellos son brazos políticos y correligionarios de la ideología que está al servicio de los mercaderes. A Rajoy solo le queda dar la batalla electoral y llegar a la Moncloa, lo demás ya lo está haciendo el PSOE y él, en su día, lo rematará desde el poder cómodamente, porque lo gordo del trabajo sucio estará hecho.

Hace setenta años España ya fue campo experimental de una batalla que conmovió al mundo e incluso lo implicó: la batalla que las democracias dieron contra los totalitarismos y los fascismos. España pagó muy cara aquella guerra ensayo y no pudo reincorporarse a la normalidad democrática hasta que pasaron más de cuarenta años. Ya sé que esta es otra guerra pero, no lo dudes querida, también es una guerra.

Un beso.

Andrés