–Usted que apuesta por una novela divertida, ¿por qué la alta literatura ha de ser un muermo?

–Por pereza mental, porque tendemos a pensar que lo solemne es mejor y es un error. Renunciar a la solemnidad no es renunciar a lo serio. La literatura española tiene una veta de humor importantísima, pero el humor clásico tiene gran prestigio literario y no el contemporáneo. Es un error que el humor frivolice los temas. Solo hay que saber leer, ir más allá para ver que la seriedad no está reñida con el humor.

–Su protagonista es ´abiertamente rojo y maricón´. ¿Es aún un problema en España?

–Las cosas han cambiado, sí, pero no tanto como parece. Ahora se puede ser rojo sin que te fusilen — bueno, no sé si en determinados círculos mediáticos…— y se puede ser homosexual sin que te quemen en la hoguera, pero no entra en la cabeza de todos que no hay nada de malo en ser gay. Con los gais no hay nada que tolerar. Se toleran las cosas que pueden ser conflictivas.

–Lo que también ha cambiado es Hollywood, de las estrellas doradas al cine de hoy, de ´mucho ajetreo y mucho ruido´…

–Ya no es lo que era. Tal vez el problema es mío o de la edad. Para mi generación, el cine no solo fue fuente de diversión sino de aprendizaje. Y no estoy seguro de que gran parte del cine actual de masas tenga esa capacidad de conexión con las emociones.

–En el fondo de la novela hay mucho miedo a la muerte y la enfermedad, ¿en usted también?

–Sí. Me he pasado la vida presumiendo de buena salud y cuando tienes una experiencia de enfermedad, como yo he tenido, esa seguridad en tu supervivencia se resquebraja. Morirse no debería tener tanta importancia si todos nos muriéramos a la vez, si yo no tuviera consciencia de que el mundo va a seguir y van a seguir ocurriendo cosas maravillosas. Le solemos dar la espalda a la muerte, está bien que no nos amarguemos la vida, pero no está bien que lo olvidemos.

–Lo del fútbol se ha puesto de moda literariamente. ¿Han hecho falta las victorias españolas para que los escritores presuman de que les gusta el fútbol?

–Hace ya algunos años que empezaron a salir del armario gente como García Hortelano y otros. A mí el fútbol me ayuda mucho y lo hizo mucho en momentos difíciles. Esa afición que parece indigna es fantástica, te produce unas agarraderas vitales que no te provocan otras cosas más dignas.

–A su Carmeli le produce ardentía el himno nacional. ¿Cómo va usted de nacionalismo?

–Yo, fatal. Procuro no serlo en absoluto. Los ardores de Carmeli [a Aznar, a la salve rociera] reivindican una manera de ser auténtica sin necesidad de ser nacionalista. La autenticidad no puede estar reñida con los límites de la existencia, ni de tu cultura ni de tu ideología.

–¿El desencanto es su estado político actual?

–Intento mantener unos principios inalterables, como la solidaridad con los que menos tienen; el cuidado de la convivencia, que no debería chocar con ninguna convicción ideológica, la fidelidad a uno mismo, porque al final es un beneficio para todos; o el respeto a la ley siempre, no solo cuando nos conviene, que es algo que me pone de los nervios. Todo lo demás, las trampas que hagan, me despega, incluso de aquellos a los que pueda votar.

–A su protagonista la próstata le habla como Mae West. Es una suerte porque si le da por tomar la voz de Belén Esteban...

–Es verdad. Es Mae West y no Marilyn Monroe o el encanto ácido de Marlene Dietrich porque Mae West es desvergonzada. Admiro mucho a la gente desvergonzada, aunque no lo soy nada.

–Quién lo diría, a la vista de sus libros...

–No, no, soy muy tímido. Lo aseguro.

–¿Los amores tardíos son los mejores por sabios?

–Son tardíos, sobre todo. Soy poco convencional en el amor. Me parecen muy gratificantes los amores efímeros e intensos. El hecho de que el amor se acabe no tiene más importancia porque luego llega otro. El amor hay que vivirlo sin prejuicios y sin premisas. La sociedad se ha acomodado a crear amores respetables y lo importante es que sean intensos.

–No parece afín a los avances de internet y la electrónica...

–Rayo en la tecnofobia. He llegado a asimilar la necesidad y utilidad de algunas cosas, aunque paso el tiempo organizando desastres, pero con lo que me llevo muy mal es con las redes sociales: falsifican la relación entre las personas, construyen individuos artificiales. Y si plantean limitaciones como los 140 caracteres, ya ni hablar: obliga por necesidad a no decir nada y estar constantemente frustrado.

–¿Existe una literatura homosexual o es discriminatorio desde el momento que no hay una literatura heterosexual?

–No le tengo miedo a las etiquetas, pero rechazo los prejuicios con los que las cargamos. Literatura gay o femenina debe entenderse igual que literatura anglosajona o escandinava, cualquiera entiende que cada libro es independiente pero que hay una cultura determinada detrás. Es normal hablar de literatura gay si no se piensa que es de segundo nivel o solo para gais o que busca la curiosidad malsana.