–¿Es usted la estrella de este musical?

–(Ríe) No, qué va, qué dices. No sé si por suerte o por desgracia, los guionistas siempre quedamos en segundo plano.

–Cuando oigo a alguien decir "el cine español es todo malísimo" les recomiendo sus películas. Y casi todos cambian de opinión.

–Es que en este país nos gusta opinar de oídas. En el cine español hay películas buenas y también malas, como en cualquier país. La proporción es la misma.

–El boom de los musicales en España ha recurrido en gran medida a guionistas de reconocida categoría como David Serrano o usted mismo.

–Es cierto, y aunque no creo que haya un star system en nuestro campo, no estaría mal una deferencia con el autor del libreto. Pero mi ego está bastante calmado en ese sentido.

–Llama la atención que su nombre no salga como reclamo en el cartel de la obra. ¿El musical es para usted una obra menor?

–No sale, así es, y no sé exactamente por qué. En cuanto al musical, para mí escribirlo no es ni mucho menos algo menor. Sí es cierto que hay todavía mucho retraso con respecto a producciones de Broadway o Londres, pero lo que se ha ido creando poco a poco es muy estimable. –Ya hay cierta distancia como para tener perspectiva sobre dicho boom. ¿No ha sido excesivo?

–Para mí no, en absoluto. Y puedo decir que el musical que David (Serrano) ha escrito sobre Joaquín Sabina, con canciones de éste, va a ser el mejor de los creados hasta ahora. A día de hoy los actores de nuestros musicales están mejor preparados: cantan, bailan y actúan muy bien. Por ejemplo: yo he visto varias veces el musical original de Los Miserables, y el que está actualmente en cartel en Madrid no tiene absolutamente nada que envidiar.

–¿Hay por tanto demanda de musicales en España?

–Sí, cada vez más. Es como todo: si lo que hay es bueno, se pide más.

–El modelo musical de Los 40 Principales, su canon, siempre ha sido muy discutido por su bajo nivel cultural.

–El musical tiene un público, y vamos a por ese público. Es como la Coca-Cola: sabes lo que es aunque no la bebas. Además, las canciones horteras se han quedado fuera del musical. A mí me encargaron escribir una historia que te lleve y te transporte, que es lo que al final cuenta.

–Como creador, ¿cree que el arte debe educar?

–No necesariamente, pero sí hay que educar para vivir el arte. A nivel de colegios e institutos habría que educar en consumir arte. Me puedo educar viendo una película, pero tanto porque tiene mensaje como porque me hace reír. Yo, en mis películas, nunca he intentado mandar un mensaje. ¿Que el espectador saca conclusiones? Genial, pero no lo planteo como una meta. Y no hay que olvidar que el arte es también simple entretenimiento: algo que te transporta y te desconecta.

–Su obra se califica de fresca, inteligente y hasta extraordinaria. ¿Le importa darme la fórmula de cómo se hace?

–La fórmula consiste en trabajar en verano. Y estar muy atento a tu alrededor. Hay que escribir de lo que conoces y controlas, sin tener pudor de meterte en tu propio interior y en el de los demás. Y acordarse de cambiar todos los nombres cuando lo escribas. –Precisamente porque crea usted obras viendo lo que hay a su alrededor, ¿es optimisma o pesimista?

–Soy un pesimista-optimista. Tengo una cierta visión negativa, pero siempre consigo la esperanza. Siempre encuentro la luz no al final, sino durante el camino.

–Trueba dijo al recoger su Oscar que no creía en Dios pero sí en Billy Wilder, y por eso le dio las gracias. ¿Quién hay en su panteón?

–Repetiría su discurso. En mi panteón están los clásicos como Chaplin, Buster Keaton, los hermanos Marx, pero me gusta todo, lo contemporáneo incluido. Aprendo de todo. Y de lo patrio, sobre todo Amenábar y Almodóvar: me han influido tanto en lo profesional como en lo personal, en cómo encaran esta profesión.

–Mirando a otras cinematografías, no solo la norteamericana sino también la inglesa, francesa, italiana, incluso las de Oriente Próximo y Medio, puede verse que hacen ficción de cualquier cosa y, además, de su actualidad política. ¿Por qué no se hacen en España películas políticas?

–Es muy buena pregunta, pero la verdad es que no sé la respuesta. Hay temas (Alcàsser, la colza) que darían para películas fascinantes al ser temas conflictivos, con diversos puntos de vista que da para muy buenas películas. Y desde luego también la política. No sé a quién señalar como culpable de ello, porque es un tema que he hablado con colegas guionistas y directores. Tal vez haya un miedo a arriesgar y se hace lo que funciona o se cree que funciona, como la comedia.

–Viéndolo relativamente desde fuera, porque es usted creador pero no músico, y la verdad es que solo se está teniendo en cuenta la opinión de éstos, ¿qué opina de todo lo que ha pasado con la SGAE?

–Es cierto que se olvida que hay mucha otra gente, como yo mismo, que también soy autor. Para mí ha sido una sorpresa, y creo que la gente no acaba de entender que a quien se ha robado es a los autores. También creo que entre las muchas cuentas pendientes de la SGAE, la principal es la imagen. Tienen un problema que no sé si viene de la manera de recaudar, del canon digital... Es necesario buscar una cordialidad después del cabreo, porque cuando hay cabreo, hay que escuchar.

–Para acabar, recomiende algo que hacer en verano.

–Trabajar tomando un té, que es lo que estaba haciendo ahora mismo. Me gusta trabajar mientras los demás descansan. Y sudar. No me gustan las vacaciones, y me encanta tener la sensación de que estoy ganando terreno a los que no están trabajando.