Los que anteayer salieron a la calle son los mejores de los indignados y, con toda seguridad, los más útiles. Porque indignados hay muchísimos más, que no salen de momento a la calle porque, además de indignados, están desmoralizados, frustrados, desalentados, abatidos o decaídos, que no es lo mismo. Podemos decir, en líneas generales, que los de anteayer son los indignados más activos, pacíficos y demócratas, que mantienen viva la esperanza de mejorar el mundo y que poseen la suficiente juventud mental para trabajar ilusionadamente en busca de resultados a medio y largo plazo. Y aún de estos no estaban todos, porque no les llegó todavía la honda, porque su indignación está madurando y aún no superó el ámbito individual, porque aún creen, un tanto ingenuamente, que les quedan cartuchos que disparar dentro de los viejos cauces, porque ese día no estaban para esto o no les vino bien, o vaya usted a saber por qué miles de causas personales. Pero, desde luego, tengo para mí que indignados hay muchísimos más, algunos de ellos, frustrados pero violentos, que anteayer solo enseñaron el plumero en Roma, pero que suelen saltar aquí y allá con destructivas actitudes nihilistas o con macabras intenciones fascistas. Son estos muy pocos, pero resultan también muy útiles, solo que para los satisfechos y complacidos con la situación actual, que los utilizan a fondo para meter el miedo en el cuerpo social y asegurarse así que nada cambie o que mude lo menos posible.

Frente a los indignados están pues los plenamente satisfechos y muy favorecidos por la situación actual que tienden, como por naturaleza, a ser cada vez menos y cada vez más injusta y provocadoramente favorecidos. Estos se han hecho con las cúpulas del poder real y efectivo en la economía y en la política que utilizan a fondo en su beneficio.

¿Estarán, de alguna forma, los indignados activos y pacíficos en las próximas elecciones? Parece que no como elegibles o elegidos, al menos de modo significativo, aunque sí estarán como electores, lo que será desgraciadamente insuficiente para que los próximos comicios tengan verdadera importancia y sirvan realmente para hacer avanzar nuestra anoréxica democracia.

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