Lo tradicional es, querida Laila, que el mismo día que un candidato gana las elecciones comience con las rebajas de su programa. Ese día anuncia cariacontecido que su trabajo tendrá dificultades y pide apoyo, comprensión y paciencia. Pero esta vez, tan seguros están de la caza del oso, que las rebajas han comenzado ya. El PP tiene la seguridad plena de que va a ganar por goleada y se coloca, muy feliz, en el 21-N. Pasaron de machacar la idea, torpe y parcial, de que el problema era Zapatero y de que, desaparecido éste, sería cosa de coser y cantar, a reconocer que eso de la crisis y de las posibilidades reales de tomar medidas eficaces y, sobre todo, autónomas es asunto mucho más complejo. Gallardón , que se ve ministro, anunció incluso cinco años duros de recortes y sacrificios y Rajoy aclaró que él no tiene una varita mágica, al tiempo que continúa sin desgranar su programa amparándose en proclamaciones ambiguas que no pasan de decir que quieren hacer las cosas bien. Lo que ya le vale. Este silencio programático, querida amiga, no anuncia nada bueno porque revela el temor del PP a que sus intenciones políticas precisas o sus designios concretos le priven del favor del electorado, que es directamente proporcional a la desafección producida por los fracasos del Gobierno socialista. Optan, entonces los estrategas de la derecha por aprovecharse del fracaso del PSOE, acogiéndose a ser la única posibilidad de la alternancia, pero sin descubrir las medidas concretas que piensan tomar, que podrían llevar a una gran parte de su potencial electorado y de los desafectos del PSOE a preferir lo malo conocido que lo peor anunciado. Y esto es lo que tiene este funesto bipartidismo, sobre todo en las generales, que nos condena a elegir siempre entre Guatemala y Guatepeor y, además, sin saber muy bien cuál es una y cuál la otra.

Mientras, en las calles hay demanda, tácita o expresa pero viva e hirviente, de transformaciones políticas profundas que, como el magma plutónico de El Hierro, lleva tiempo buscando una salida y que la corteza bipartidista no deja aflorar. El magma se mueve y los más lúcidos y expertos lo detectan y avisan, pero los asentados en nuestro gastado sistema político apuestan por que el magma no salga y niegan e impiden los cauces y aliviaderos que supondrían cambios, para ellos indeseados, pero que harían crecer la isla y, sobre todo, evitarían las erupciones violentas futuras, que suelen ser muy destructivas.

En esas estamos, amiga mía. Desde los dos grandes partidos, e incluso desde los pequeños, pero instalados ya en la corteza bipartidista, se niega o se ignora la ebullición del magma político subterráneo, se impide y dificulta la apertura de cualquier aliviadero y consideran cauce suficiente hacerse cargo de los vapores y gases que logran atravesar la corteza terrestre. Para esta estrategia de obstrucción cuentan también con la complicidad bipartidista de la mayor parte del sistema mediático.

En la superficie todo parece tranquilo. Tanto, que a pesar de la que está cayendo y delante de unas elecciones, que la propaganda presenta como muy importantes y decisivas, el personal muestra la falta de tensión y la indiferencia, semejantes a la que se produce cuando ves un partido en diferido con el resultado sabido. Este sosiego aparente tranquiliza, a su vez, a nuestros prebostes, convencidos de que la próxima alternancia en el poder se va a producir en lo que, muy contentos, llamarán "total normalidad". Pero en las entrañas de la sociedad, mientras tanto, crece la presión, el magma sigue moviéndose y cuanto más se obstruya su salida, más contundente será la explosión.

Es, querida, nuestro síndrome de El Hierro.

Un beso.

Andrés