-La Cruz y la Corona, las dos hipotecas de la historia de España. Explíquese.

-Sencillamente, son los dos baluartes de la Historia de España, y llegan hasta nuestros días. De la España de los borbones, a la época de Franco y a la que ha sido llamada transición a la democracia.

-¿Por qué es tan crítico con la transición?

-Fue una cosa muy mal hecha. Se habla de la generosidad de las dos partes, cuando lo cierto es que vino dictada desde arriba y el pueblo ni se enteró. Y luego fue más grave, porque los poderes culpables del desastre, la Corona, con su juego, y la Iglesia, con su brutal manejo del poder, fueron metidos en la Constitución. Y ahora la Iglesia quiere recuperar todo su poderío.

-Tiene ya mucho poder.

-Inmenso, como no lo ha tenido nunca. Primero, económico, porque vive de nuestras rentas. Zapatero decidió confirmara la atribución presupuestaria del Estado y elevarla al 0,7%, que es una cantidad enorme de dinero, además del chorreo autonómico y municipal permanentes, y no digamos ya la industria mediática de este país, que está al servicio de la Iglesia.

-Con la crisis, a lo mejor se reduce la financiación pública.

-No, porque es una cuestión de filosofía política, no sólo de economía. He calculado que los beneficios de la Iglesia se elevan en este momento a entre diez y doce mil millones de euros anuales y, sin embargo, no ha surgido ni una sola voz en contra. ¿Alguien ha dicho que el Estado deje de financiar la fe católica? Nadie dice nada.

-¿Qué opina de la decisión de ETA de dejar las armas?

-Se veía venir desde que Bildu y otras agrupaciones fueron legitimadas, porque representa un montón de dinero y porque gran parte de Euskadi está en manos de Batasuna, que es el brazo político de ETA. Por otro lado, la empresa Rubalcaba-Zapatero ya había empezado a diseñarlo en 2007. El PSOE, una vez que se vio en el poder, tras los atentados del 11-M, quiso resolver el problema autonómico y, sobre todo, el conflicto vasco porque sabía que lo que más agradecerían los españoles es que no hubiese atentados. Y, ahora, Rajoy, con las declaraciones que hace, parece que tiene un pacto con el PSOE.

-¿Qué le parecen las llamadas revoluciones árabes?

-Demuestran que las cosas no pueden continuar como están hasta ahora pero no está claro que hayan surgido fuerzas nuevas: Libia, inmediatamente, ha sacado el estandarte de la ley islámica; en Túnez ha ganado las elecciones un partido islamista y en Egipto ocurrirá otro tanto con los Hermanos Musulmanes. No veo apertura, lo que sí veo es que esas dictaduras, a caballo entre el viejo y el nuevo mundo, no tienen futuro pero creo que volverán en gran parte a las andadas. Sólo el factor riqueza puede hacer que la influencia internacional impida un regreso al islamismo radical.

-Ha sido el único embajador ateo ante la Santa Sede...

-Aquello fue producto de unas circunstancias especiales. Franco acababa de morir y un grupo de diplomáticos, entre ellos Fernando Morán, quisimos reformar la carrera pero nos dimos cuenta de que era imposible y, cuando Morán fue destituido como ministro de Exteriores, yo, que era subsecretario, dimití. Y después pedí ir a Santa Sede porque, sencillamente, me apetecía vivir en Roma una temporada, y era muy buen destino. Fui a hablar con Guerra y le dije que quería esa embajada y que esperaba que no me pusieran pegas. Me contestó que el Gobierno no pondría pegas y el mismo Felipe (González), que no es hombre fácil, aceptó: dijo que era un buen momento para enviar a una persona agnóstica y socialista.

-¿Hoy sería posible algo así?

-Imposible. El PSOE, después del pucherazo en el referéndum de la OTAN, recogió velas, dejó de hacer cierto tipo de política social y se fue con la Santa Sede cogidita de la mano.

-Y hasta hoy.

-Si se bajan el sueldo de los funcionarios y las pensiones, lo lógico sería retirar esa renta tremenda que tiene la Iglesia española a cuenta de los presupuestos del Estado.

-Unos años después ocupó su puesto en Roma Francisco Vázquez, católico confeso.

-El Gobierno socialista metió ahí a un cavernícola y a un hombre de sacristía, aparte de un corrupto. Soy gallego y conozco muy bien la historia de Paco Vázquez y cómo se las gasta: todo su patrimonio está a nombre de su mujer, pero es un patrimonio ganado desde la alcaldía. Un tipo muy sucio, ¡y qué cosas hizo en la Santa Sede y qué tonterías decía! Hablaba de la Santa Sede allá donde se presentaba. Fue una vergüenza ¡Este país es una vergüenza!

-Y ahora, una mujer, la primera embajadora en el Vaticano.

-Es una tontería. Hoy en día, la Santa Sede es una embajada puramente ceremonial. En la época de Franco tenía una trascendencia política enorme y había batallas tremendas por el nombramiento de prelados, por lo cual debía ocuparla una persona totalmente adicta. Era inimaginable que una persona de mis características fuese embajador hasta que vino la 'democracia'.

-¿Por qué la entrecomilla?

-Esto no es una democracia, ¿qué representación política hay en este país, con un sistema electoral absurdo y un reparto de poderes dominado por las cúpulas de los partidos?

-¿Usted vota?

-Yo no voto. No juego al póquer con un tramposo. En política, por tanto, no juego a la trampa de la pseudodemocracia que vivimos en España, que es asquerosa.

-¿Se irá con los indignados?

-Bajo ese nombre hay gente muy honesta y muy admirable pero también hay un grupo de desarrapados que monopoliza el movimiento y yo, como comprenderá, no voy a ir a la calle a gritar con ellos.