-¿Por qué El nombre de las cosas se ha convertido en libro?

-Para responder a mucha gente que se sorprende de que viva del oficio de nombrador desde hace 22 años. Aunque la travesía del desierto fue muy larga -nueve años- hasta que empezaron a llegar encargos suficientes como para poder comer de esto.

-De la poesía no se come.

-Con todo el romanticismo y la inocencia de la primera juventud, a los 17 años elegí el oficio de poeta, y con los años me di cuenta de que de la poesía se vive, pero no se come. Tuve que tener mil oficios: actor, guionista, vendedor de libros, administrativo, bailarín de claqué...

-¿Y en publicidad?

-Colaboré en estudios de diseño gráfico y en agencias de publicidad pero, para mi gran sorpresa, no había nadie dedicado exclusivamente a poner nombres. Había presupuestos enormes para el logotipo, el marketing, la publicidad, y el nombre era como algo añadido, cuando el nombre es la identidad, verbal y de la imagen, la que comunicas, la que pronuncias, la que es más difícil cambiar. Y pensé que era lo mío. Acababa de nacer mi primera hija y todos me decían 'esto es todavía una locura mayor'.

-¿El nombre debe ser natural?

-Platón decía que todas las cosas tienen un nombre natural y lo que hay es que encontrarlo. Y es verdad, mi experiencia me ha demostrado que el nombre está dentro de lo nombrado. Mi trabajo es sacar el nombre a la luz. No soy como un dios que nombra lo que no existe, sino como una comadrona que ayuda a sacar el niño.

-Habrá nombres que le resultaron duros como un parto.

-Muchos de los nombres más sencillos y naturales son los más costosos, son como una revelación.

-¿Siempre va con una libreta?

-Sí, siempre estoy apuntando nombres o escribiendo. Si hice esto fue para ser dueño de mi tiempo, de mi tiempo poético. El éxito me sorprendió, y me sobrepasó, con Amena, que fue una revolución, o Faunia, que antes era el Parque Biológico de Madrid, al que no iba nadie y con el cambio de nombre hubo colas. Yo no quería tener éxito empresarial, sino personal, para poder comer y seguir escribiendo mis poemas.

-¿Tuvo ofertas tentadoras?

-Empezando por la tentación propia. Afortunadamente, me dije 'Fernando, sigue fiel al origen'. Así que hoy trabajo con una persona nada más, Yolanda, y en los proyectos que lo requieren cuento con colaboración externa. No haber crecido nos ha servido para defendernos en época de vacas flacas.

-¿Dejó la pequeña cocina de la plaza de Quevedo?

-El éxito sirvió para dejar la pobreza de aquel lugar, al que no podía llevar a ningún cliente. Hablaba en plural como si fuéramos un equipo y decía que estábamos en obras para citar a los clientes en un hotel. Ahora el estudio está en un pisito muy mono en el paseo de Rosales, frente al Parque del Oeste.

-Con Amena le llegó el éxito pero no el dinero.

-Cobré una auténtica miseria pero me cambió la vida. A partir de ahí nos llamaron grandes empresas y era como un capricho, 'es que tienes que ser tú'. Amena fue un éxito: no era un nombre inglés, no era tecnológico y era femenino.

-Se puede pasar el día entero haciendo uso de sus nombres.

-Me lo decían amigos: '¿te has dado cuenta de que podrías vivir de la mañana a la noche solo con las cosas que has nombrado'?

-Casi 500. Habrá tenido que explicar algunos: P4R o 8'17".

-Hay que explicarlos todos. El nombre no tiene que enamorarte en el primer momento, tiene que ir a más y crecer. Esos nombres fueron muy rompedores. P4R es peón, cuatro, rey, el movimiento del ajedrez que en todo el mundo se llama apertura española. La empresa que se atrevió a llamarse así es una empresa pública de exportación. 8'17" es el tiempo que tarda en llegar a la tierra un rayo solar, muy natural para una empresa de energía.

-¿Y Lloviedo?

-Ese es muy íntimo y personal. Tiene que ver con el propio yo, la lluvia, mi ciudad y con el niño que empezó a ser poeta (en Oviedo).

-¿Qué debe a Macondo?

-La lectura de Cien años de soledad me rompió por todos los lados. Releí mil veces esta novela maravillosa y sigue fascinándome. Los nombres son muy importantes en la literatura, en el cine, en el amor, en la vida, en la curación -una enfermedad no se empieza a curar si no tiene nombre-. García Márquez estuvo a punto de llamarle La casa a Cien años de soledad. La isla del tesoro, de Stevenson, llegó al editor como El marino cocinero: claro, no es lo mismo.

-Molina Foix le agradece que no haya llevado el oficio a los nombres de sus hijas, Marta y Lucía.

-¡Cuidado con los nombres de los hijos! Las veleidades deben dejarse a un lado.

-¿Un nombre que le hubiera gustado que fuese suyo?

-Muchos, cada vez veo más nombres pensados, más currados, y me enorgullezco porque he luchado mucho porque los nombres tengan un lugar en el mundo.

-¿Qué dice de tiramisú?

-¡Me encanta el dulce! Soy un llambión, como se dice en Asturias. Por el chocolate me vendo. El tiramisú define muy bien lo que es un nombre: tirar hacia arriba de algo. Una cosa con un buen nombre sube.

-¿Kodak es bueno?

-Fue un nombre buscado para que se pronunciase igual en todos los idiomas y, claro, tiene el aval de su trayectoria. Como El Corte Inglés, ¿es un buen nombre hoy en día? No hay que darle vueltas, lleva consigo una gran labor comercial y en su momento fue moderno.

-¿Algún nombre cargante?

-Ciertos acrónimos: Gastructa, Excagas, Cogarla. Novacaixagalicia no pensó en cómo podía sonar su acrónimo, NCG.

-¡Qué buen préstamo tomó de Luis Rosales: La casa encendida!

-El proyecto lo admitía. Propuse varios, entre ellos La forja, por La forja de un rebelde, de Arturo Barea, pero ese les entusiasmó.

-BBVA: no se esforzó mucho.

-Hay que hacer lo más conveniente, no lo que apetezca. Era mejor dejarlo: el banco estaba a punto de otra fusión y de un posible nuevo cambio de nombre.

-¿Su último proyecto?

-Un vino gallego.

-¿Estará por fin 'nombrador' en el diccionario de la RAE?

-Espero que sea inminente. He luchado mucho por ello.

-O corazon non morre, ¿por qué ese poemario en gallego?

-La poeta gallega Luz Pichel tradujo tres poemas, me dijo que sonaban muy bien, y la animé a seguir. Lo publica un editor catalán (Momentun), yo soy asturiano y vivo en Madrid: muy transversal.