-Va ya por el noveno libro y, ahora, se pone memorialístico.

-Sí, pero no nostálgico. Son cuentos, unos desde la perspectiva de la infancia en la aldea, y otros, desde la edad adulta. Unos y otros son en torno a la diferente percepción que tenemos del tiempo. En la infancia, el tiempo no pasa y todo ocurre a la vez, como a las truchas. En la edad adulta se aborda el tiempo con mucho más humor, que es lo único que se puede hacer.

-¿Le pasa a toda velocidad?

-No, yo sigo creyendo que el tiempo no pasa; creo que el tiempo es una falsa percepción. Nos parece que el tiempo pasa porque tenemos memoria, nada más

-Mientras, la vida se escurre.

-Tenemos la percepción biológica de que el tiempo pasa porque la materia se degrada.

-¿Roza la crisis de los 50?

-No, pero te das cuenta de que la vida es una catástrofe y que solo la puedes encarar con humor. Es otra forma de enfrentarse al tiempo.

-¿Ya se ha replanteado cosas?

-No, si aún no he llegado, me faltan tres años. No, porque nunca tuve nostalgia, aunque hayan quedado muchas cosas atrás: la infancia en la aldea, que era como si estuviésemos en la Edad Media: no había electricidad, ni teléfono, solo había un coche en toda la parroquia, no había televisión...

-¿Los tres hermanos compiten entre sí?

-En absoluto. Uno es competitivo cuando no está seguro de si mismo.

-Todos se dedican a las letras: el padre, su hermana Susana y su otro hermano, Xavier.

-Pero en registros totalmente distintos. No cabe la competitividad; hay más bien colaboración.

-¿Susana le pasa los contactos editoriales?

-No suelo recurrir a mis hermanos. Susana me ayudó al principio pero muchas cosas las muevo yo en Galicia. Sobre todo, nos ayudamos mutuamente a la hora de leernos antes de entregar el original a la editorial.

-¿Son críticos severos?

-Hay que serlo, porque la adulación es una puñalada. Quien te adula, al final te deja vendido. Hay que ser sinceros, por mucho que cueste.

-¿Lo confunden con su hermano de la tele?

-¿Con Javi (Xavier)? No. Cuando empezó en el programa La noche en 24 horas yo estaba muy nervioso, lo veía a diario y le llamaba para decirle 'esto tal' o 'esto cual'.

-¿Cómo lo ve ahora?

-Estupendo. En una semana se hizo con el programa; pensé que tardaría algo más. Se le ve muy seguro y muy bien, se nota que tiene todo perfectamente controlado.

-Y Susana, en la cima.

-Susana, sí. Ahora está pendiente del rodaje de la película basada en su libro Esperando a Robert Capa (Premio Fernando Lara de Novela 2009). Claro que está en la cima... esa novela está traducida a unos doce idiomas.

-Su padre (Xosé Fortes Bouzán) también ha escrito recientemente unas memorias.

-Las suyas son unas memorias políticas, más que personales.

-Su azarosa vida en la UMD (Unión Militar Democrática).

-Sí, aunque abarcan toda su vida. Es un libro muy interesante porque muestra el cambio de un oficial que entra en el Ejército franquista y poco a poco se transforma y cambia de parecer y se democratiza a través de las lecturas.

-¿Cómo vivió usted aquellos años en los que su padre fue perseguido y detenido?

-Mal. Tenía once años. Eran las 6 de la mañana y me despertó la Policía Militar al entrar en casa. Padecimos bastantes estrecheces económicas en la familia pero hubo gente que nos ayudó: los obreros de la FIAT de Italia, otros de Holanda, fábricas de ropa... Al final, mi padre fue condenado a cuatro años de prisión, de los que cumplió solo uno gracias al indulto del Rey. Fue algo amargo y dulce a la vez, por ese despliegue solidario.

-Es agente del Servicio de Vigilancia Aduanera, ¿se dedica a perseguir las planeadoras de los narcotraficantes?

-Llevo veinte años ahí. Perseguí muchas planeadoras por la ría de Arousa. Ahora hay menos, el tabaco y la droga ya casi no entran en planeadoras. Ahora, más bien llegan en contenedores a bordo de barcos mercantes o en camiones.

-¿Corre el riesgo de quedarse sin trabajo?

-No, me tuve que reciclar hacia tareas que tienen que ver con la Unión Europea, como el control de impuestos especiales en puertos.

-¡Pobre Unión Europea!

-Esperemos que sobreviva. El problema es que se hizo una unión monetaria antes de tiempo. Tener una moneda común sin una política fiscal común es un follón. La UE es la única solución en un mercado donde China puede poner un avión Jumbo lleno de camisetas a 50 céntimos en Barcelona.

-¿Y usted ahora se dedica a controlar esas camisetas?

-Más o menos.

-¿Por qué le gustan los personajes pintorescos?

-Todo lo que se salga de lo normal es bueno. La gente rara me encanta. Si todo el mundo se pareciese sería muy aburrido. Siempre me atrajo la gente con características extraordinarias, fuera de lo común.

-¿Diría que una de esas personas es Mariano Rajoy?

-No, Rajoy es muy previsible, una persona muy educada, muy civilizada. Me cae muy bien, aunque no soy de su signo político. Me parece que tiene muy buen talante y que va a tener suerte.

-Como escritor, se mueve entre los libros de aventuras, la novela histórica, la novela negra, el costumbrismo... Mucho abarca.

-He escrito, sobre todo, cosas del mar: un libro del que estoy muy contento, Memorial de a bordo (El Cobre, 2003), sobre literatura marina; otro de navegantes y corsarios, otro de un pirata gallego... El mar siempre me ha gustado mucho. Antes de opositar a Vigilancia Aduanera estuve embarcado cinco años, de los 22 a los 27, dedicado a la pesca en Sudáfrica, Azores e Irlanda.

-¿No habrá nacido en un barco, como le gustaba decir a Valle-Inclán?

-No. Es más, mi relación primera y más importante es con el interior, en Terra de Montes, en Cotobade, en la aldea de Caroi. Nuestro mundo está mucho más ligado al interior que hacia el mar, que lo descubrimos en la adolescencia y, sobre todo, a través de la literatura. Mis primeras lecturas fueron libros de Stevenson, Melville, Poe. Conrard, autores, todos ellos, que cuentan historias sobre el mar.

-¿Alatriste no es su héroe?

-Hombre... Alatriste me gusta, es una serie que está muy bien.

-¿Lo dice por quedar bien con Pérez Reverte?

-Tengo relación con él, nos llevamos muy bien y me gustan sus libros, aunque no es el tipo de literatura que leo. Prefiero a Marías, a Vila-Matas y libros en los que pasas páginas y páginas y no ocurre nada. Este tipo de literatura me gusta más, pero vamos, no hay por qué elegir: me gusta releer de vez en cuando La isla del tesoro tanto como volver a El proceso, de Kafka.